Pese a que Sheinbaum salió bien librada del debate, su estrategia disgustó al presidente y al obradorismo más fanático, quienes se mostraron indignados porque la candidata no se enfocó en defender el legado de López Obrador. Tomaron como una ofensa que la candidata hablara más de sus propios logros que sobre el presidente.
Por eso, en el segundo debate habrá que ver si Sheinbaum repite su estrategia fría y calculadora u opta por una defensa ferviente del gobierno de López Obrador. ¿Se mostrará como la hija pródiga y la alumna estrella del presidente, o volverá a presumir sus logros como Jefa de Gobierno? ¿Se exhibirá simplemente como la candidata del presidente y como la continuadora del legado de AMLO o proyectará la imagen de líder política por derecho propio?
No son preguntas menores. Según cómo actúe, podemos ir midiendo qué tan independiente y fuerte será su capacidad de mando sobre Morena. Si sucumbe ante las presiones, mandará la señal de que carece de liderazgo propio, lo cual puede significar un desafío como gobernante, pues no será sencillo mantener la cohesión en el obradorismo una vez que López Obrador deje el poder.
Por otra parte, si Sheinbaum demuestra la misma facilidad para mentir y se comporta tan intransigente frente a la discusión como lo fue en el primer debate y como lo ha sido durante toda su campaña, estamos en problemas, pues todo parece indicar que, de ganar la elección, se viene un sexenio similar al actual en cuanto a las presiones políticas y los ataques retóricos contra los medios de comunicación, en cuanto a la cerrazón frente al escrutinio público y la rendición de cuentas, y en cuanto a la opacidad y los “otros datos”.
En el caso de Xóchitl Gálvez, un elemento que hay que considerar es su capacidad para debatir, intercambiar ideas y comunicarse claramente. La candidata opositora culpó de su mal desempeñó en el primer debate al equipo que la asesoró y advirtió que cambiará de estrategia para el segundo encuentro.
Uno de los problemas principales de Gálvez en el primer debate fue su nerviosismo, su rigidez y su falta de capacidad de reacción cuando necesitaba salirse del libreto. La candidata careció de mensajes claros, fue torpe en sus ataques a Sheinbaum y no supo improvisar cuando la discusión lo demandaba.
El domingo Gálvez mostrará si está a la altura de la contienda o no. Una persona que desea ser presidenta de México no puede mostrarse tan nerviosa en un debate. Una estadista debe tener reflejos para contestar preguntas y defenderse de ataques, aun cuando esas situaciones no estaban previstas en los materiales de apoyo que le preparó su equipo. Y una líder carismática, cercana y empática —que es la personalidad pública que intenta proyectar— debe ser capaz de articular y comunicar su visión de país y su oferta de futuro en un mensaje final contundente y claro.