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CDMX: una elección muy viva

A poco más de cinco semanas para la jornada electoral, la pregunta es si habrá tiempo suficiente para que el candidato de la alianza opositora logre rebasar a la candidata de la coalición oficialista.
mar 23 abril 2024 11:59 PM
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En el segundo “debate chilango”, Taboada (izq.) lució sonriente, enfocado y asertivo, mientras que Brugada se vio incómoda, descontenta y titubeante: él sabe que está creciendo; ella, que su campaña no cuaja, señala Carlos Bravo Regidor.

En contraste con la elección presidencial, cuya mortecina estabilidad caractericé hace casi un mes como propia del electrocardiograma de un cadáver , la elección para la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México está cada día más viva. Los cambios en la intención de voto y el debate del domingo pasado entre Brugada, Taboada y Chertorivski –mucho mejor, tanto en forma como en fondo, que el de Sheinbaum, Gálvez y Máynez– muestran que en la capital se está configurando una disputa más vigorosa, menos inercial, donde los aciertos y errores de las campañas pueden hacer diferencia de un modo que no parecen estar haciendo a nivel federal.

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Reviso el trabajo de tres casas encuestadoras (Áltica, El Financiero y Mitofsky) y entreveo una tendencia. Entre septiembre y enero pasados sus encuestas indicaban que la ventaja de Brugada sobre Taboada promediaba 14 puntos porcentuales. En marzo, esa brecha se había reducido a 10 puntos. Y para abril (antes del debate), la distancia que los separaba era menor a 9 puntos. En suma, Taboada va subiendo, Brugada está bajando. Si bien las curvas de su intención de voto no se han cruzado, ciertamente se están acercando (el margen de error es de +/-3%). La pregunta, a escasas seis semanas semanas para la jornada electoral, es si habrá tiempo suficiente para que el candidato de la alianza opositora consiga rebasar a la candidata de la coalición oficialista.

Quizá por eso en el segundo “debate chilango” Taboada lució tan sonriente, enfocado y asertivo, mientras que Brugada se vio incómoda, descontenta y titubeante: él sabe que está creciendo; ella, que su campaña no cuaja. ¿Por qué?

Primero, porque se hizo de la candidatura no tras haber ganado el apoyo de una mayoría sino a pesar de su derrota en la encuesta interna contra Omar García Harfuch, como resultado de que la dirigencia del partido decidió aplicar a su favor un criterio de paridad de género. Segundo, porque es público y notorio su desencuentro con Claudia Sheinbaum. Tercero, porque la defensa de sus administraciones en Iztapalapa –alcaldía que encabezó en tres ocasiones (2009-2012, 2018-2021 y 2021-2024)– deja muchos cabos sueltos y resulta poco persuasiva. Cuarto, porque no ha sabido articular una visión para la capital que parta de un diagnóstico realista, que conecte con las inquietudes y los malestares cotidianos de sus habitantes, que les ofrezca soluciones concretas, convincentes y atractivas a sus problemas. Y quinto, porque representa la continuidad del partido en el gobierno para una ciudad que siempre ha demostrado vocación opositora y que parece tener, tras casi 30 años de un mismo grupo en el poder, cada vez más apetito de cambio.

No dejan de llamar la atención, por lo demás, las ironías que aglutina este proceso electoral en la CDMX. Que Sheinbaum insista en presumir sus logros como jefa de gobierno y tenga tan altas probabilidades de ganar la presidencia, mientras la candidata de su coalición tiene tantas dificultades para retener ese bastión capitalino. Que Taboada pueda endosarle con relativa facilidad múltiples facturas a Brugada por los malos resultados de los gobiernos que ha tenido la ciudad, cuando entre los partidos que lo postulan está el PRD –el partido del que emanaron todos esos gobiernos entre 1997 y 2018–. Que Chertorivski haga gala de su experiencia al tiempo que propone representar una “nueva política”, cuando buena parte de esa experiencia se refiere a las horas de vuelo que acumuló durante los gobiernos de Felipe Calderón (PAN) y Miguel Ángel Manera (PRD). O que la gestión de Martí Batres, lejos de ayudar mediáticamente a las candidaturas de Sheinbaum y Brugada, se haya convertido en una fuente de fiascos y malas noticias que terminan restándoles más de lo que les suman.

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En cualquier caso, la elección chilanga es un testimonio en tiempo real de que todavía hay incertidumbre democrática, de que la oposición tiene con qué dar la batalla, de que la hegemonía política del obradorismo tiene fracturas y no es invencible.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor. Síguelo en la red X como @carlosbravoreg

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