Fue el resultado de un movimiento liderado por un junior del sector empresarial, Claudio; liderazgos muy medianos de representación empresarial, De Hoyos; y ex militantes partidistas supuestamente decepcionados de sus partidos, Pagés.
Alito, Marko y Zambrano, los líderes partidistas más cuestionados en la historia de sus partidos, vieron en este movimiento la gran oportunidad de apoderarse de un juego político para servir sus intereses personales, al tiempo de dar la impresión de apertura de sus institutos a la ciudadanía.
Sabían que los creadores de Sí por México no entendían muy bien de política y elecciones, y que buscaban también agendas particulares más que una agenda genuina de cambio en el país.
Va por México era vista por los sectores AMLOfóbicos como la salida mágica para quitarle el poder en la Cámara de Diputados y las elecciones locales de 2021, y preparar el terreno para la derrota de la 4T en 2024. Una lectura simplista y visceral que no tenía el menor sustento demotécnico.
La alianza formal de 2021 entre PRI, PAN y PRD no solo era contraintuitiva y antinatura, era también la fórmula perfecta para confirmar entre la base obradorista, y entre los segmentos poblacionales dudosos sobre su voto, que el presidente tenía razón sobre el prianismo y la mafia del poder.
Adicionalmente, no tuvieron el cuidado suficiente de lanzar candidaturas frescas, prestigiadas y competitivas. Los tres partidos impusieron candidaturas a modo, cercanas a los dirigentes partidistas, incluso quitando de último minuto a los ciudadanos de los creadores de Sí por México.
Esta situación se reflejaba en las poquísimas encuestas que hacían mediciones analíticas de intención de voto, diferenciado por partidos en lo individual y después por coaliciones.
Al medir a Morena, PT y PVEM por separado valían aproximadamente 50%, y al medirlos en coalición valían prácticamente lo mismo. Al medir PRI, PAN y PRD por separado, valían aproximadamente 40%, pero al medirlos en coalición perdían 9 puntos. Parametria fue la que más dio seguimiento.
Sin embargo, los impulsores y asesores de Va por México hablaban de un mapa “estratégico” en el que tenían claro que la coalición ganaría 70 distritos como piso, con posibilidades incluso de llegar a 90. La realidad se impuso, y ganaron en coalición únicamente 63, ni siquiera su supuesto piso.
A nivel estatal y municipal, la historia no fue muy distinta. La coalición oficialista alcanzó los 22 gobiernos estatales que hoy tiene. La muy valiosa excepción fue la CDMX, donde Va por México arrancó sorpresivamente la mitad de la ciudad a la 4T.