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El neoliberalismo en las elecciones de 2024

Aunque se critica el entramado neoliberal, éste se mantiene intacto, salvo algunas excepciones como el sector energético o la política de salarios mínimos.
mié 29 noviembre 2023 06:05 AM
Protestas contra el neoliberalismo.
Manifestaciones contra el neoliberalismo por parte de trabajadores de sindicatos.

El neoliberalismo no es sólo un modelo económico; también es un programa político e intelectual. Para los neoliberales, la función del Estado es robustecer, extender, desregular y despolitizar los mercados.

El neoliberalismo se distingue del liberalismo tradicional en tanto que el primero prioriza las libertades económicas, mientras que el segundo antepone los derechos políticos. Si para el liberalismo clásico las libertades de expresión, asociación y participación política son bienes supremos, para el neoliberalismo la propiedad privada y la libertad para hacer negocios, emprender y consumir son obsesiones.

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En última instancia, como bien dice Fernando Escalante, el neoliberalismo implica la reducción de la esfera pública y la expansión de la esfera privada. En el núcleo del neoliberalismo está el enaltecimiento del individualismo, la meritocracia y la convicción de que cada persona forja su propio destino, siempre y cuando el Estado no le estorbe.

El neoliberalismo triunfó en el último tercio del siglo XX, pues incidió en cómo se formaron o transformaron las instituciones, los sistemas políticos y las relaciones entre el gobierno y los ciudadanos en muchos países. En México, el programa neoliberal coincidió con la transición a la democracia y, en muchos sentidos, ambas agendas se entrelazaron. Los procesos de democratización y liberalización económica avanzaron codo a codo, y el uno impulsó al otro. Así, se construyeron de manera simultánea las instituciones para favorecer una democracia electoral con un pluralismo político y para extender las libertades económicas y el peso de los mercados.

Por eso, Morena y sus partidarios critican al entramado institucional de esta época tildándolo de “neoliberal”, sin hacer distinción alguna entre los procesos de democratización y liberalización de los mercados. Sin embargo, el obradorismo ha hecho más por debilitar al aparato institucional que favoreció la transición a la democracia que al que aseguró la consolidación del neoliberalismo.

De hecho, el entramado neoliberal –salvo algunas excepciones como el sector energético o la política de salarios mínimos– se mantiene intacto. Y seguirá vigente después de las elecciones de 2024, sin importar quien gane, puesto que todas las candidaturas presidenciales representan la continuidad –quizá con ciertos cambios en cada caso– del proyecto neoliberal.

En primer lugar, Xóchitl Gálvez está rodeada de la vieja guardia del PAN y el PRI: ésa misma que ayudó a implantar el programa neoliberal en México y que cree firmemente en él. Además, el discurso de Gálvez es una auténtica oda a la capacidad individual para salir adelante: poco Estado y mucho individuo, pues.

Por su parte, Samuel García hace campaña promoviendo inversiones extranjeras por aquí y por allá, presumiendo que Tesla llegó a Nuevo León, prometiendo que empresas como ésa llegarán a todo México y haciendo gala de la identidad regiomontana “entrona y jaladora”. Y si hay un lugar donde el neoliberalismo es hegemónico en México, ése es Nuevo León.

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En cuanto a Morena, el presidente López Obrador anunció que el gobierno no lanzará un gran plan para reconstruir Acapulco luego del huracán Otis. Más bien, se limitará a entregar dinero y materiales a las personas damnificadas para que ellas mismas construyan sus viviendas. ¿Hay algo más neoliberal a que el Estado renuncie a intervenir de forma importante en un problema público y se limite a “no estorbar”, dándole dinero a los individuos para que ellos mismos lo resuelvan?

El caso de Acapulco es sólo un ejemplo. El gobierno obradorista ha estado lleno de programas de este tipo, en los que el Estado es percibido como un estorbo, por lo que el gobierno opta por otorgar dinero a los ciudadanos para que ellos resuelvan sus propios problemas.

El gobierno de López Obrador esgrime una retórica antineoliberal y no favorece el culto a la propiedad privada y al emprendimiento en los negocios. Incluso, condena la riqueza excesiva y la desigualdad, pero desde un punto de vista moralino y no desde una crítica sistémica. Además, el capitalismo de cuates sigue tan vivo como siempre, la riqueza se sigue concentrando en unas cuantas manos y el presidente ha debilitado al Estado con su política de “austeridad republicana”.

Si Sheinbaum representa “el segundo piso de la transformación” y si la juzgamos con base en su gobierno de la Ciudad de México, no hay razones para pensar que su presidencia representaría un reto para el orden neoliberal.

En suma, no hay ningún candidato que ofrezca un Estado más fuerte ni una extensión de la esfera pública. Rafael Lemus tuvo razón en la advertencia que plasmó en el libro Breve historia de nuestro neoliberalismo: “El peligro que se asoma en el horizonte no es tanto el de la continuidad del neoliberalismo como el de su completa naturalización. Si el gobierno de López Obrador no altera de manera sustantiva el curso del país, terminará consiguiendo, paradójicamente, lo que ni siquiera las administraciones pasadas lograron: ocultar del todo los mecanismos del dominio neoliberal. El gobierno dirá que el neoliberalismo ha muerto, los partidarios del régimen certificarán su muerte y el neoliberalismo continuará dominante”.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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