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#ColumnaInvitada | Sé valiente y salva al gato

No pretendo que todos aplaudan la decisión de Arturo Zaldívar. La confronta de opiniones es necesaria en los espacios democráticos. Las divergencias se deben aceptar con autocrítica para mejorar.
dom 12 noviembre 2023 07:00 AM
arturo zaldivar renuncia
Arturo Zaldívar presentó el pasado 7 de noviembre su renuncia como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Blake Snyder, el afamado guionista de Hollywood, publicó en 2005 su obra “Save the Cat! (¡Salva al gato!)” mediante la cual sugiere pasos, eslabones y ganchos para construir una historia cautivadora y, en consecuencia, de éxito.

Con el nombre del libro el autor evoca la imagen del personaje que, arriesgando su propia seguridad, sube al árbol para rescatar a un gato indefenso que ha quedado atrapado entre las ramas. Con ello se revela el último ingrediente de su fórmula: hay que salir de la zona segura y arriesgarse por un bien superior.

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Sin entrar a detalles de la receta del guionista, puedo resumir esta construcción narrativa en un personaje atascado en lo ordinario, que inicia una búsqueda para lograr una satisfacción superior. Y es en ese momento cuando se encuentra con un catalizador que lo hace tomar una decisión aventurada.

El cambio de ruta se encuentra lleno de debates, de puntos de quiebre y no retorno, de detractores, sombras y dudas; incluso, de escenas en las que parece que el camino elegido fue incorrecto y que todo está perdido.

Es entonces cuando el valor y el compromiso permiten al estelar cruzar la prueba decisiva y lograr su meta. El mensaje es claro: si no te mueves y arriesgas, te detienes. Para salvar al gato hay que arriesgarse.

El pasado 7 de noviembre, Arturo Zaldívar presentó al presidente López Obrador su renuncia al cargo de Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Esto, adelantando prácticamente un año la culminación del periodo para el cual fue nombrado.

¿Por qué y para qué renuncia un año antes? Las respuestas las dejó por escrito y son de consulta pública. ¿Son o no causa grave, como lo exige el texto constitucional? Eso ya lo aceptó el presidente y le corresponde ahora al Senado emitir su opinión. Aquí no busco entrar a esos debates, que corresponden a otros espacios y tiempos.

Conocí a Arturo Zaldívar como profesor de la Escuela Libre de Derecho, cuando era yo alumna en el cuarto año de la carrera. Momento en el que me invitó a incorporarme en su despacho de litigio constitucional. Para mí, integrarme a su equipo era la mejor oportunidad laboral a la que podía aspirar. Un lugar de trabajo en el que claramente impulsaban a las mujeres, con condiciones amigables y flexibles; y, además, con los mejores asuntos a nivel nacional.

Así, tuve la oportunidad de tener un trabajo cómodo y estable dentro del cual comencé a proyectar mis planes a futuro. Transcurrieron poco más de 5 años de mi ingreso a su firma, cuando Zaldívar me compartió su interés por ocupar el cargo de Ministro de la Suprema Corte. Me compartió que, de darse el caso, me invitaría a integrar su ponencia. Mis planes y sueños estaban por romperse; mi comodidad y mis ingresos se antojaban frustrados; mi plan utópico de vida se tambaleaba.

Zaldívar me explicó que desde la Corte podríamos incidir de mejor forma en nuestro país; que podríamos construir criterios vanguardistas que permearan en la manera de entender la justicia constitucional; que podríamos defender más y mejores causas. Para Zaldívar, llegar a la Suprema Corte no suponía un mejor escenario económico; significaba algo más trascendental: la posibilidad de cambiar nuestro entorno y generar un país más justo e igualitario.

En 2009, sacrificando el confort y los privilegios de un despacho de élite, llegamos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Desde el inicio integramos un equipo distinto, compuesto mayoritariamente por jóvenes y mujeres, con una forma de trabajo muy diferente a lo habitual. Con este equipo, y con nuestros objetivos en claro, comenzamos a dar batalla.

¡Y vaya que dimos la lucha! Durante años impulsamos los criterios que rompieron todos los paradigmas y que hoy siguen siendo los mejores referentes en materia de derechos humanos. El caso ABC, Florence Cassez, marihuana, aborto, matrimonio igualitario, doble jornada, cambio de apellidos, y un largo etcétera.

El tiempo le dio la razón. Ser Ministro de la Corte era una plataforma con mayor impacto y Zaldívar lo estaba aprovechando para hacer lo correcto. Para mí, ya estaba salvando al gato.

Pero la vida me tendría más sorpresas. Años después, tal y como sucedió en su despacho, me dijo que quería ser Presidente de la Suprema Corte y del Consejo de la Judicatura Federal. Me llené de dudas y le cuestioné las razones. Esta posibilidad de nuevo amenazaba mis planes de vida.

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¿Por qué buscar ese cargo si ya estábamos poniendo nuestro granito de arena para tener un mejor país a través de nuestras sentencias? Dialogamos sobre el impacto que se podía hacer desde la presidencia de la judicatura federal en la carrera judicial, sobre la agenda pendiente en materia de género, sobre la olvidada defensoría pública, etcétera. Nuevamente me convenció y, llena de miedo, pero también con ilusión, nos aventamos al ruedo.

De 2019 al 2023, con el liderazgo de Arturo Zaldívar, se llevó a cabo una auténtica transformación al Poder Judicial Federal. Un cambio sin precedentes. Llegamos a cimbrar. Se logró la reforma judicial más importante de la época reciente; se investigó y sancionó a jueces y magistrados corruptos; por primera vez se combatió el acoso sexual; se eliminó el nepotismo. Dejamos un mejor Poder Judicial Federal y fuimos punta de lanza y pioneros en muchas políticas públicas que se han replicado en otros sectores más allá del judicial.

Una vez más, el tiempo le dio la razón. Concluimos ese encargo con la satisfacción del deber cumplido. Ahora sí, el gato estaba a salvo.

La actual administración del Poder Judicial Federal está tomando válidamente otra ruta de acción. Es claro que no estaban de acuerdo con los cambios hechos en la presidencia anterior. La agenda es otra y las estrategias son distintas. El éxito de una u otra solamente se podrá juzgar con resultados y a futuro.

Arturo Zaldívar ha decidido explorar nuevos horizontes. La posición de Ministro de la Suprema Corte en nuestro país es el honor más grande al que cualquier jurista pueda aspirar. Nadie está depreciando el cargo. Sin duda es una gran plataforma para abonar en favor de la justicia y de la construcción de un mejor país. Zaldívar ya cumplió con esa parte.

No pretendo que todos aplaudan la decisión. La confronta de opiniones es necesaria en los espacios democráticos. Las divergencias se deben aceptar con autocrítica para mejorar.

Siempre disruptivo, siempre confrontativo, siempre incómodo, Zaldívar ahora renuncia a la inercia y a la promesa de un descanso merecido, para seguir trabajando por y para el bien de México, solamente que desde otra trinchera.

Estoy segura de que seguirá salvando al gato, y de que, una vez más, el tiempo le dará la razón.

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Nota del editor: Alejandra Spitalier es Coordinadora de la ponencia del ministro Arturo Zaldívar. Siguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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Opinión Política Arturo Zaldívar Gatos

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