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#ColumnaInvitada | Lo que reconoce el último Nobel de Economía

Debemos crear mecanismos ya no para igualar las condiciones del trabajo remunerado entre hombres y mujeres, sino que debemos incorporar a los hombres en las labores no remuneradas del hogar.
dom 22 octubre 2023 07:00 AM
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La hoy Nobel de Economía, Claudia Goldin, explica la brecha salarial: los hombres tienen más disponibilidad de horarios porque no cumplen con su parte proporcional de la corresponsabilidad en la crianza. Es decir, el presentismo laboral masculino ha contribuido a ampliar la brecha laboral de género.

En la mayoría de las culturas ya se acepta la incorporación de las mujeres a la vida laboral remunerada. El debate ahora se centra en impulsar condiciones de trabajo igualitarias para hombres y mujeres.

Sin embargo, este logro no sabe del todo a victoria, entre otras cosas, porque la incorporación de los hombres a los trabajos no remunerados del hogar sigue desatendida. La crianza, las labores de cuidado y la organización de la casa, siguen siendo carga de las mujeres, sin importar si tienen, además, un trabajo remunerado. Esto es, transitamos de tener mujeres con trabajos no remunerados, a mujeres con empleos de paga, mientras se encargan de las labores no remuneradas del hogar.

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La recién galardonada con el Nobel en Economía, Claudia Goldin, explica: “Los hombres están desproporcionadamente disponibles para hacer largas jornadas en el trabajo, mientras que las mujeres están desproporcionadamente disponibles para dedicarse a tareas del hogar.” (El País, 2019).

Muchos hombres piensan que “ayudan” en casa, que ejercen crianza compartida y que, también, hacen trabajo no remunerado del hogar. Incluso, cuando son los únicos proveedores económicos, consideran que hacen más de lo que les corresponde, según ese pacto familiar.

La pregunta es si esa “ayuda” o dedicación en las labores domésticas es trabajo no remunerado. La respuesta, sí. ¿Es suficiente? Pienso que no. Y no se trata de invertir la misma cantidad de horas que la pareja, se trata de aceptar que la división sexual del trabajo, por estereotipos y roles de género, es injustificada en perjuicio de las mujeres. La crianza de los hijos y la organización del hogar requiere mucha mayor disponibilidad energética y emocional que las tareas de pago y mantenimiento de bienes y servicios que se necesitan en casa.

A continuación, algunos datos duros. Los primeros días de este mes se publicaron los resultados de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados que condujo el Inegi en 2022, las conclusiones son de impacto.

En México, el 75.1% de las personas encargadas de brindar cuidado en el hogar son mujeres. Esta proporción se vuelve más extrema cuando hay hijas e hijos: 86.3% de las infancias de 0 a 5 años son cuidadas principalmente por la madre y 7.6% por la abuela. En contraste, el porcentaje de padres que hacen esta labor es tan pequeño que fue necesario agruparlo en el rubro con abuelos, tías y otros (juntos conforman el 6.1%). Si se deja a un lado el parentesco y sólo se observa la proporción por sexo, veremos que 96% de las infancias de 0 a 5 años son cuidadas principalmente por mujeres y sólo el 4% por hombres.

Todo esto se complementa con el hecho de que, de la población general entre 15 y 60 años, 8.5% todavía considera que el cuidado de las y los integrantes del hogar sólo es responsabilidad de la mujer, mientras que el 61.3% considera que cuando una madre tiene un trabajo remunerado, las y los hijos sufren.

Tomemos en serio las cifras. En México: i) las y los niños tienen papás que se involucran poco o nada en su crianza; ii) es más probable que un infante sea cuidado por su abuela que por su propio padre; y, iii) las mujeres que quieren ser mamás tienen que escoger entre tener una doble jornada laboral o nunca tener un desarrollo profesional.

Así lo resume la hoy Nobel Claudia Goldin al explicar la brecha salarial: los hombres tienen más disponibilidad de horarios porque no cumplen con su parte proporcional de la corresponsabilidad en la crianza. Es decir, el presentismo laboral masculino ha contribuido a ampliar la brecha laboral de género, el cual se catapulta con la llegada de un bebé: “El cuidado primario requiere mucho tiempo, y las mujeres de repente están de guardia en casa. Para estar más disponibles para sus familias, deben estar menos disponibles para sus empleadores y clientes. Como resultado, tienden a reducir sus horas de trabajo o aceptan trabajos en áreas del mercado que ofrecen más flexibilidad por mucha menos paga”.

Como ya he compartido en otros artículos, durante la presidencia de Arturo Zaldívar se implementaron distintas políticas para buscar una igualdad sustancial de género en el Poder Judicial Federal. Algunas, como las licencias de paternidad -que homologaron las condiciones de las licencias de maternidad-, ayudaron a reducir la brecha salarial y el presentismo masculino en la oficina, con la llegada de un nuevo infante en la familia.

En su momento, mucho se dijo, explicó y difundió para entender este tipo de licencias; no obstante, no se habían revelado los siguientes resultados obtenidos a un año su implementación:

De los hombres entrevistados, beneficiados por las licencias, todos reportaron que: i) durante dicho periodo realizaron labores del hogar y de crianza; ii) al término de su licencia continuaron con algunas de esas actividades; iii) se sentían agradecidos con la oportunidad de adquirir un rol más activo en el cuidado de su bebé. Solamente el 28.5% señaló que esto le permitió sentir de inmediato una conexión especial que no logró de inicio con las y los hijos previos.

Aquellos que compartían la paternidad con una mujer que contaba con un trabajo remunerado (71.4%) manifestaron que ella también pudo reincorporarse a la vida laboral sin mayores contratiempos.

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Desafortunadamente, el 42% de los entrevistados reportó recurrir a otras mujeres –fuera de su pareja– para distribuir las labores del hogar y de crianza de su bebé. Más impactante aún fue descubrir que el 57.14%, al describir las labores de crianza que desempeñaban, utilizó términos como “ayudar” o “apoyar”; es decir, todavía consideraban las labores de cuidado y crianza de sus propios bebés como responsabilidad única o toral de la madre.

De estos resultados podemos concluir que las licencias benefician a la igualdad de género en favor de las mujeres; benefician a los hombres propiciando una crianza compartida; demuestran la posibilidad de conciliar responsabilidades familiares y laborales; benefician a las infancias con padres más involucrados para su óptimo desarrollo físico, emocional y social; permiten que las instituciones cuenten con empleados agradecidos y, realicen contrataciones y apliquen aumentos por talentos y merecimientos.

En esto coincide la obra de Goldin. Debemos crear mecanismos ya no para igualar las condiciones del trabajo remunerado entre hombres y mujeres, sino que debemos incorporar a los hombres en las labores no remuneradas del hogar. Con esto veremos cómo se beneficia a la sociedad en general.

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Nota del editor: Alejandra Spitalier es Coordinadora de la ponencia del ministro Arturo Zaldívar. Siguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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