Aquí va mi interpretación sobre el grado de autonomía de Sheinbaum. En primer lugar, pienso que el presidente López Obrador seguirá fungiendo como jefe y principal vocero de campaña, no sólo de la antigua Jefa de Gobierno, sino también de todos los candidatos oficialistas.
Por un lado, el presidente es un operador electoral muy eficiente. Así lo demostró desde que lideró al PRD a finales de los años 90 y así lo ha demostrado durante su presidencia, puesto que su partido ha obtenido el triunfo en la gran mayoría de elecciones disputadas.
Por otro lado, si bien se exagera la importancia del grado de popularidad de López Obrador (que no es muy diferente al nivel de aprobación de Calderón al terminar su sexenio), no deja de ser cierto que se trata de un mandatario popular y talentoso para conectar con la gente, por lo que los candidatos morenistas —Sheinbaum incluida— serían tontos si no aprovechan esta ventaja.
Más allá de su nivel de aprobación, el presidente es el líder indiscutible del obradorismo, que es un movimiento altamente personalista. Transmitir el liderazgo de un movimiento así no es tan sencillo como pasarle un bastón de mando (de juguete) a otra persona.
No obstante, sería un error pensar que el presidente seguirá decidiéndolo todo. López Obrador es distinto a otros presidentes, pero ni siquiera él —con todo y su carisma— puede huir de la dinámica sexenal de erosión del poder presidencial. Ya se está viendo cómo los antiguos rivales de Sheinbaum dentro del partido (y sus seguidores) se están uniendo a la candidata.
No sólo eso, sino que fieles al estilo cursi, grandilocuente y sobreactuado del obradorismo, los propagandistas y aspirantes a candidaturas del oficialismo han bañado de loas y elogios a la antigua Jefa de Gobierno. Si nos guiamos por sus palabras, Sheinbaum es la estadista más grande que México ha visto jamás: la más eficiente, la más humana, la más leal, la que mejor representa los principios del obradorismo.
Por tanto, todo parece indicar que el presidente mantendrá su papel de promotor de Sheinbaum, pero los actores políticos y los poderes fácticos ya están buscando acomodo con la candidata. Y eso es normal: así ha ocurrido con todos los candidatos presidenciales oficialistas de la historia.
Sin embargo, un buen parámetro para medir qué tanto pesa el liderazgo de Sheinbaum en Morena y qué tanto el del presidente será la selección de candidatos a las gubernaturas, el Senado y las presidencias municipales codiciadas. Ahí se verá, creo yo, qué tanto puede colocar a sus cuadros Sheinbaum o qué tanto los sigue posicionando López Obrador.