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Ahí viene la ultraderecha

Los medios han prestado poca atención al anuncio de que Verástegui buscará la candidatura presidencial por la vía independiente. Pienso que estamos cometiendo un error al minimizarla.
mié 13 septiembre 2023 06:01 AM
Eduardo Verástegui, actor que quiere ser presidente
Verástegui no reunió las firmas para buscar la Presidencia de México.

Eduardo Verástegui es un antiguo actor convertido en político. Es, también, el líder del movimiento ultraderechista Viva México, así como el máximo difusor y promotor de la película Sound of Freedom, un filme que trata el abuso sexual a niñas y niños con total insensibilidad. Desde la semana pasada, también es aspirante a la presidencia de México.

Los medios han prestado poca atención al anuncio de que Verástegui buscará la candidatura presidencial por la vía independiente. Pienso que estamos cometiendo un error al minimizarla, pues no parece que vaya a tratarse de una campaña testimonial y deslucida, sino de una con recursos, con presencia en medios y redes sociales, y con un discurso coherente que apela a un sector bien definido del electorado.

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Un detalle importante es que, en la semana que anunció su intención de contender por la presidencia, Verástegui y Ricardo Salinas Pliego se encargaron de difundir fotos juntos, con mensajes como “estamos cocinando otras sorpresas, ya se enterarán después”. Además, en meses recientes, Verástegui y su movimiento han lanzado una fuerte campaña digital para decretar la muerte del PAN y argumentar que todos los partidos de México son de “extrema izquierda”.

En general, los periodistas y analistas aducen que en México la ultraderecha nunca ha sido fuerte para justificar por qué no consideran seria la candidatura de Verástegui. En efecto, en nuestro país, los movimientos de extrema derecha no ganaron tanta tracción social como en otros países de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX.

Sin embargo, esto no quiere decir que no existieran. Más bien, eran grupos con cierto poder y bases sociales de un tamaño considerable (como El Yunque o los Tecos), sin llegar a representar un reto al régimen posrevolucionario de partido hegemónico y sin lograr quebrar los consensos que tenía este régimen con las élites y los grupos de poder más importantes del país.

Por otra parte, algunos miembros de El Yunque y otros grupos políticos de extrema derecha optaron por adherirse al PAN y terminaron por conformar el ala más dura de ese partido. Este hecho también contribuyó a que no se hayan conformado partidos o movimientos de extrema derecha con poder real en México durante las últimas décadas.

No obstante, pienso que ése no es motivo suficiente para confiarnos y pensar que el lance de Verástegui es inofensivo. Con esto, no quiero decir que este personaje tendría posibilidades reales de obtener la presidencia en 2024. De hecho, es probable que su candidatura ni siquiera alcance los dos dígitos en esta elección, pero lo preocupante viene después.

En primer lugar, Verástegui puede utilizar la campaña presidencial como vehículo para ganar exposición mediática, reconocimiento de nombre y presencia territorial. Asimismo, podría usar sus recorridos por el país para impulsar su agenda antiderechos en todos los estados y municipios que visite.

Esto ocurriría en un contexto en el que una sentencia de la Suprema Corte acaba de despenalizar el aborto en todo el país y en el que habrá dos candidatas presidenciales mujeres, a las cuales la ciudadanía les exigirá aclarar sus posiciones en temas como aborto, diversidad sexual o igualdad de género. Muy probablemente, las candidatas sean mucho más explícitas que sus antecesores hombres respecto a sus posiciones relativamente progresistas en estos temas.

En suma, estos temas tendrán un protagonismo inédito en las campañas presidenciales, y precisamente son los asuntos en torno a los cuales la ultraderecha construye su agenda, una agenda basada en la supuesta decadencia moral de las sociedades actuales, una agenda sustentada en la defensa de la “familia tradicional”, la “vida desde la concepción” y los papeles tradicionales de hombres y mujeres en la sociedad.

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A esto hay que añadir que, generalmente, a los movimientos de extrema derecha no les interesa necesariamente ganar el poder —o no únicamente—, sino posicionar estos temas en la agenda pública y presentarlos como una gran batalla cultural entre una sociedad con valores morales y religiosos sólidos, y otra sociedad desviada, torcida y moralmente condenable. Con ello, polarizan a la sociedad, descomponen el debate público y obligan a los políticos de centroderecha a escorarse más hacia la derecha.

Más aún, si Verástegui asume un discurso de mano dura contra el crimen organizado, al estilo Nayib Bukele, podría obtener la simpatía de ciertos sectores sociales hartos de la inseguridad y decepcionados de todos los gobiernos incapaces de reducir la violencia.

Por último, hay que tomar en cuenta que México es un país con sectores sociales tremendamente conservadores y religiosos, que podrían ser propicios a apoyar a una opción política de ultraderecha. No son sectores mayoritarios, pero tampoco insignificantes.

En resumen, hay que tomarnos en serio la candidatura de Eduardo Verástegui: puede ser la puerta de entrada de la ultraderecha, sus batallas culturales y su agenda antiderechos al sistema político mexicano. Ahí está la verdadera amenaza a la democracia mexicana en esta elección.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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