Cuando el presidente pasó el bastón de mando de la Cuarta Transformación, se dio el inicio de la última fase de transformación política de Claudia Sheinbaum. López Obrador no solo ha puesto en sus manos las decisiones de su movimiento y del partido sino que ha deseado transferirle también un poco de su carisma para fortalecer su candidatura.
#ColumnaInvitada | Las fases de Claudia Sheinbaum
En dos años, el crecimiento de Claudia Sheinbaum habrá pasado por tres fases: la calca gris, la presidencia compartida y el desacoplamiento. En cada una, Sheinbaum tendrá que desempeñar roles diferentes, enfrentar retos distintos y adaptar su figura a la presencia omnipresente del presidente López Obrador.
1. La calca gris
Se ha criticado a Sheinbaum de ser una calca del presidente y de carecer de ideas propias sin tomar en cuenta que ha sido precisamente este mimetismo lo que la convirtió en la corcholata favorita desde que se abrió el juego sucesorio. Habría sido un riesgo innecesario que Sheinbaum buscara satisfacer a sus críticos saliéndose de ese guion. El proceso de selección de Morena le ha permitido recorrer el país, hacer amarres políticos con gobernadores, evaluar perfiles de políticos que ella desea que la acompañen en puestos de elección popular en las elecciones para gobiernos estatales, senaduría y diputaciones, y tener una mayor sensibilidad sobre las inquietudes ciudadanas a lo largo del país. Se ha dado un baño de pueblo que la prepara para la batalla del año entrante sin haberse confrontado con el presidente ni con su círculo cercano y les ha dejado claro que en ella sí se puede confiar.
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2. La presidencia compartida
México vivirá durante más de un año una situación inédita con un presidente en funciones y una quasi presidenta que se consultarán y consensuarán decisiones de gobierno. Investida de líder de la 4T, Sheinbaum contará con los recursos de Morena para premiar a aliados, comprar lealtades y aislar a adversarios. Pero su influencia irá más allá de los temas del partido. Quien no haya podido convencer al presidente de algo ahora tendrá una nueva ventanilla de atención para ser escuchado. Será natural que muchos funcionarios y políticos evalúen el impacto que puedan tener sus decisiones sobre Sheinbaum y tendrán la inquietud y deseo de venderle ideas y proyectos para hacerse notar, obtener su respaldo y, de pasada, placearse ante la futura presidenta. Como ningún otro precandidato presidencial, Sheinbaum tendrá dos periodos legislativos para, con la anuencia de López Obrador, incidir en políticas públicas que faciliten su gobierno.
Esta situación también presenta riesgos. Por un lado, los temas del partido y del gobierno inevitablemente distraerán a Sheinbaum y consumirán tiempo que debería dedicar a su campaña. Su agenda de trabajo tendrá decenas de temas no vinculados con lo electoral. Esto la pondrá en cierta desventaja frente a una Xochitl Gálvez que estará completamente abocada a promover su candidatura. Por otra parte, habrá temas o decisiones en los que el gobierno actual y la candidata de Morena no coincidan y se generen malentendidos. Por último, Sheinbaum deberá mantener un equilibrio entre su fidelidad a López Obrador y la necesidad de ser fresca y ofrecer ideas nuevas durante la campaña. López Obrador sabe que debe dar a Sheinbaum espacio de maniobra para que desarrolle su propio programa y discurso; y Sheinbaum sabe que no tiene un cheque en blanco y que existen límites al guion que desee construir para su campaña.
3. El desacoplamiento
De ganar la elección presidencial, Sheinbaum pasará a definir su presidencia con un estilo personal. No será ya una calca del presidente López Obrador. Encontrará su propia voz sin que esto signifique una confrontación con el expresidente. El ciudadano López Obrador, como hombre obsesionado con la historia de México, sabe que inevitablemente el presidente en funciones reduce, por las buenas o por las malas, el margen de influencia de su antecesor. Si es inteligente, sabrá hacerse a un lado y permitir que Sheinbaum adquiera legitimidad en el ejercicio de su mandato y dejará claro que es ella la que ahora ejerce el poder. Parafraseando el dicho de la época del Maximato y para no minar a Sheinbaum, López Obrador evitará que se diga: “aquí vive la presidenta y el que manda está en Palenque”. Sin duda, como ocurrió con presidentes priistas que heredaron el poder de su predecesor, Sheinbaum sabrá darle a su presidencia, de manera progresiva, un sello propio, sacudirse al círculo de López Obrador y rodearse de gente leal a ella.
El presidente López Obrador ha diseñado un proceso de sucesión inédito. En los próximos meses entraremos en terrenos inexplorados y seremos testigos de la construcción de una nueva figura política dentro de Morena, de una líder que, habiendo eliminado a contendientes, buscará brillar con luz propia y alrededor de la cuál tratará de que giren las demás estrellas de su partido y partidos afines.
Hasta el momento, el presidente parece estar haciendo todo para ayudar a Sheinbaum a que adquiera color y encuentre una voz propia y un espacio indisputable, pero el reto de la candidata de Morena es enorme porque López Obrador es, a la vez, su principal fuerza y su principal debilidad. Para romper la fuerza gravitacional que ejerce sobre ella, Sheinbaum puede seguir el libreto que usaron los presidentes priistas que se sacudieron a quien les legó el poder. Los dos conocen ese script. En la medida en que se apeguen a él, tendremos una transición más tersa.
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Nota del editor: Antonio Ocaranza Fernández es CEO de OCA Reputación. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.