Pues bien, por si esto fuera poco, a estas variables debemos agregar ─con cierta urgencia─ otro ingrediente: la perspectiva de género.
Hace unos días, una querida amiga de mi equipo de trabajo fue diagnosticada con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad); esto, después de casi 30 años de síntomas y consultas en las que la describieron como una niña inquieta. Ella, con alivio de gozar con un tratamiento, me dijo: “Me fue bien; la mayoría de las mujeres con TDAH son diagnosticadas a principios de sus 40s o en sus 30s tardíos.” Ahí recordé que hace tres años me dijeron lo mismo sobre mi hija pues, según las estadísticas, hay muy pocas mujeres con TDAH y que casi diera por hecho que sus conductas serían propias de su “temperamento”, “personalidad”; etc.
Tratándose de TDAH, las mujeres no sólo tardan más en ser diagnosticadas, sino que son infradiagnosticadas: en Estados Unidos por cada diagnóstico femenino hay tres masculinos.
Otro ejemplo lo encontramos en ese país y en Europa, en donde la primera causa de mortandad femenina ─las enfermedades cardiovasculares─ lo son porque ante los mismos síntomas, a las mujeres les realizan menos estudios clínicos y se les mal diagnostica “ansiedad” o “estrés” por lo que no se les suministra un tratamiento oportuno y eficaz.
Por otro lado, las mujeres tienen un 47% más de posibilidades de lesionarse en un accidente de tráfico , ya que los asientos del conductor no amortiguan de la mejor manera el golpe cuando son ocupados por cuerpos ligeros. Ello, dado que las pruebas de bolsas de aire y cinturones de seguridad de autos se ejecutan con maniquíes de tamaños y proporciones de un hombre promedio, sin considerar las dimensiones comunes de un cuerpo femenino.
Durante la pandemia por covid, mujeres de todo el mundo expresaron sufrir cambios en sus ciclos menstruales tras haber contraído el virus y/o haberse vacunado. Sin embargo, la comunidad científica y médica descartó una relación de causalidad pues no se habían realizado estudios al respecto. Apenas a finales del 2022 salieron resultados concluyentes que confirmaron que el covid y su vacuna sí afectan el ciclo menstrual. En el inter, nos hicieron pasar por incontables citas médicas para averiguar si lo que sucedía era un desbalance hormonal, cáncer o, de plano, una “exageración”.
Otro ejemplo horrífico es la práctica ─espero ya en desuso─ de preguntar al padre del bebé si quiere que la mujer sea sometida sin consentimiento al husband stich o “punto para el marido”, mediante el que cosen un punto de sutura de más en una episiotomía realizada por el parto con la idea de tener una contracción fortalecida en la zona genital femenina para mayor placer del hombre al momento de la penetración.
En su obra “Invisible Women”, Caroline Criado-Perez nos explica cómo nuestro entorno diario ha sido diseñado para el hombre blanco cis. Algunas cosas son meramente anecdóticas, tales como que la altura de las alacenas de la cocina suele ser superior a la estatura de una mujer promedio; que antes en las oficinas no había baños destinados a mujeres; y múltiples ejemplos que nos recuerdan que quienes ocupaban posiciones de poder y de toma de decisiones eran ─y siguen siendo en mayoría abrumadora─ hombres cis.
Ese tipo de ejemplos sirven para evidenciar que la mitad de la población está infrarrepresentada. Sin embargo, cuando se trata de salud y seguridad, no podemos dejar el tema en el plano de lo anecdótico.
Regresando a los infradiagnósticos, en primer lugar, advertimos que la mayoría de los métodos para detectar síntomas están basados en datos, conductas y síntomas de pacientes masculinos. Las mujeres y los hombres pueden padecer las mismas enfermedades, pero los determinantes biológicos y sociales pueden generar distintos síntomas, pronósticos y respuesta a medicamentos. Simplemente las hormonas y los porcentajes de grasa de cada género arrojan datos diferentes.