Si bien todos debemos reflexionar sobre el papel que desempeñamos dentro de la sociedad todos los días, no podemos negar que solemos hacerlo principalmente tras la materialización de eventos importantes que nos sacuden del contexto cotidiano. En este sentido, en el marco del Día Internacional de la Mujer y después de las marchas multitudinarias que tienen lugar cada año a nivel mundial para protestar contra las desigualdades laborales, democráticas, educativas, de acceso a la salud, violencia y demás desigualdades de género, hemos encontrado un espacio de introspección y de análisis de los resultados del desarrollo inadecuado de nuestra consciencia colectiva en materia de género.
#ColumnaInvitada | Estereotipos de género y sus afectaciones
Si bien es cierto que “los tiempos han ido cambiando” y que las mujeres se han ido abriendo paso hacia una participación igualitaria dentro de la sociedad, aún queda un largo camino por recorrer. En el ámbito laboral, por ejemplo, en México las mujeres representaron 23.6 millones de la población ocupada y económicamente activa (ENOE 2023), frente a los 34.3 millones de hombres en la misma categoría durante el 2022. Es decir, hubo un 40% de participación de las mujeres en la fuerza laboral que es indicativa de las muchas dificultades que enfrentan en el acceso, la permanencia y el crecimiento en el mercado.
Dentro del porcentaje mencionado encontramos otro nivel de estereotipo asociado a la división sexual del trabajo: el de la participación de las mujeres en empleos calificados, la cual demuestra la permanencia de ideas preconcebidas y erróneas de que existen espacios reservados y de especialización de acuerdo con los roles de género. Con esto se explica que la participación de las mujeres es considerablemente mayor en el sector educativo que la de los hombres, mientras que éstos sobrepasan considerablemente su presencia en los ámbitos gubernamentales, directivos, de producción científica y de tareas técnicas. Si a esto sumamos las diferencias salariales, educativas, de trato, de participación democrática y de inseguridad, encontramos que aún tenemos mucho por trabajar para garantizar verdaderamente su desenvolvimiento -libre- y el crecimiento integral, equilibrado y justo de nuestra sociedad.
Hablando del día a día, se puede observar que los estereotipos de género y la división sexual del trabajo no sólo están mal de raíz, sino que tienen implicaciones negativas para el mercado. Hay estudios de la Organización Internacional del Trabajo que demuestran que los resultados comerciales, de productividad, rentabilidad y crecimiento aumentan cuando es mayor el equilibrio de género existente en todos los niveles de una empresa. En mi caso, he visto de cerca esta realidad, atestiguando el crecimiento personal y las inigualables contribuciones que tienen las mujeres al desarrollo y fortalecimiento de todos los sectores.
La pregunta natural que surge es, ¿qué necesitamos para eliminar el gender gap de la industria? Si bien la experiencia ha mostrado que no existe una respuesta única, hay algunos aspectos que considero esenciales:
a) incentivos justos y dignos que permitan tanto el crecimiento salarial como el desenvolvimiento óptimo dentro de un espacio de trabajo;
b) infraestructura y tecnología; es decir, los espacios y protocolos adecuados que garanticen un entorno seguro y adaptado a las necesidades puntuales de las mujeres, y
c) políticas que atiendan las demandas de las mujeres, así como que fomenten, regulen y vigilen las conductas de los actores y organismos que forman parte de los distintos procesos laborales.
Una eliminación de la brecha de género, de los estereotipos, roles y divisiones sin duda nos aportará condiciones favorables en relación con los indicadores económicos, académicos, culturales, de desarrollo, etc. Sin embargo, considero que lo más importante es la profunda transformación personal que esto implicaría.
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Por mi parte, he podido observar de cerca el crecimiento de mis colegas, integrantes de equipo, amigas y familiares; ello, producto de su arduo trabajo, compromiso con las causas, sus mecanismos de reinvención, innovación, resiliencia, perseverancia y desenvolvimiento creativo, por nombrar solo algunos. Sin embargo, también he generado una enorme consciencia acerca de la posición privilegiada en la que me encuentro. En ese sentido, reconozco el deber que tenemos los hombres en esta lucha y por ello resulta indispensable que si está en nuestras manos, trabajemos en garantizar que las mujeres ocupen los espacios que merecen y sean recompensadas de manera justa; en reconocer las necesidades y fomentar espacios incluyentes y empáticos; y sobre todo, en asumir el compromiso que tenemos en lograr una igualdad verdadera.
Más que nunca es urgente que todos luchemos por los cambios necesarios, ya que de continuar en la línea de las prácticas excluyentes, no sólo continuaremos afectando a la industria, sino a nosotros mismos.
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Nota del editor: Gustavo Almaraz Petrie es Presidente del Comité de Estrategia Pública de Coparmex. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.