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#ColumnaInvitada | Mi primera (y no sé si última) marcha 8M

Sigo reconociendo y validando mis emociones. Continúo cuestionando, construyendo y deconstruyendo mis ideas en torno a la marcha del 8 de marzo.
mié 22 marzo 2023 06:00 AM
Mujeres en protesta 8 de marzo 2023
Mujeres muestran sus pancartas.

La primera vez que consideré marchar fue en 2019. Era mi primer año como secretaria general de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y temí la interpretación que pudiera darse sobre mi participación; decidí ser “prudente”.

En 2020, embarazada de más de siete meses, la “prudencia” no me soltó. Los siguientes dos años, el Covid-19 me llamó a la “mesura” y así en 2021 y 2022, no marché.

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Febrero de 2023 me alcanzó y, un buen día, una de mis “niñas” de mi equipo de trabajo -sin mayor advertencia- me preguntó: “Ale, ¿este año sí vas a marchar?”. No tuve tiempo de buscar pretextos.

En ese instante me di cuenta del miedo que tenía de marchar; que mis excusas eran corazas para no participar en las calles los 8M. Miedo, sí, miedo. Duda, también mucha duda de si, desde mi privilegio, tenía derecho a manifestarme al lado de las familias que han perdido mujeres, y de mujeres víctimas de violencias desgarradoras y actos atroces. No quería “trivializar” su exigencia, diluir su rabia, ni la furia de sus gritos y consignas.

Así, despojada de impedimentos, me llegó la hora. En el punto de encuentro, Katya, Samantha y Emilia -mis niñas-, repartieron listones para identificarnos entre nosotras, nos contaron y nos organizaron con dos megáfonos que se hicieron parte inolvidable de la experiencia. Mis niñas ahora cuidaban de mí; me sentí muy orgullosa y por demás afortunada de contar con un equipo de mujeres tan valientes, comprometidas, inteligentes y sensibles.

Las consignas no tardaron en hacerse escuchar en los megáfonos; aparecieron las mantas y los carteles. A quienes integraban nuestro contingente les pregunté sobre sus motivos para participar y cada una de ellas me respondió con historias propias, con testimonios de cómo el patriarcado estructural las ha violentado, silenciado y perjudicado.

Sorpresa. En sus relatos, también estaba la Ale Spitalier niña, la adolescente, la joven profesionista, la madre trabajadora, la funcionaria. Sí, ahí estaban mis miedos, mis angustias y mi ansiedad. Ahí estaban mis prudencias, mis escudos, mis resistencias. Sí, todavía tengo normalizados muchos tipos de violencia. No es para menos, durante 42 años me han hecho sentir, más veces de las que quisiera, que calladita me veo más bonita.

Primer golpe de consciencia en mi primera marcha: yo también tenía motivos para gritar. Una infancia con violencia familiar, una juventud llena de acoso sexual, una vida profesional en un gremio “de hombres”, una madre con carga mental y doble presencia. Chispas.

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Y sí, me acompaña el “privilegio” de no tener que exigir justicia por una desaparición, un feminicidio, una violación. Pero entendí que, desde mi experiencia, mi dolor y mi inconformidad debo hacer ruido, puedo hacer marcha. Ahí se legitimaron los pasaos que había dado en avenida Reforma.

Acto seguido me incomodaron los reclamos al Estado. Claro, yo soy parte de Él. Llevo 13 años siendo funcionaria. ¿Acaso desde esta posición he fortalecido las estructuras desiguales en perjuicio de las mujeres? Tal vez, sin intención y desde la ignorancia, pero acepto la posibilidad de haberlo hecho. Lo siento; “mujer consciente se une al contingente”.

#EnFotos | 10 imágenes que muestran cómo se vivió la marcha del #8M en la CDMX

International Women's Day, in Mexico City

Día de la mujer 2023

Escenas de la marcha.
QUETZALLI NICTE-HA/REUTERS
International Women's rally Day in Mexico City

Día de la mujer 2023

Destrucción de un semáforo.
TOYA SARNO JORDAN/REUTERS
International Women's Day, in Mexico City

Día de la mujer 2023

La más joven de la marcha.
QUETZALLI NICTE-HA/REUTERS
International Women's Day, in Mexico City

Día de la mujer 2023

Más que salir a la calle, salir a expresarse.
QUETZALLI NICTE-HA/REUTERS
International Women's rally Day in Mexico City

Día de la mujer 2023

Pancartas.
RAQUEL CUNHA/REUTERS
International Women's Day, in Mexico City

Día de la mujer 2023

Demandas.
QUETZALLI NICTE-HA/REUTERS
International Women's rally Day in Mexico City

Día de la mujer 2023

Gas en la marcha.
TOYA SARNO JORDAN/REUTERS
International Women's rally Day in Mexico City

Día de la mujer 2023

Demostración de fuerza.
TOYA SARNO JORDAN/REUTERS
International Women's Day, in Mexico City

Día de la mujer 2023

Empeño.
QUETZALLI NICTE-HA/REUTERS
International Women's rally Day in Mexico City

Día de la mujer 2023

Zócalo lleno.
Foto: Raquel Cunha/Reuters

Después, algunas mujeres comenzaron a golpear las vallas que una institución bancaria puso como cubierta. Lograron tirar la barrera y llegaron los cristalazos. La ansiedad me saludó como en sus buenos días. Las entiendo y trato de respetar sin juicio, siento culpa por mi inquietud. Justo entonces noto que esa ansiedad me recuerda a la que viví en mi infancia por la violencia en casa. No reacciono bien a los gritos ni a los golpes; me presionan los botones de una niña lastimada que buscó la perfección para no dar motivo de agravio. “Desde mi historia reconozco mi feminismo”. Sólo ellas saben sus propias historias. Respeto, empatía y sororidad son las enseñanzas.

“Las niñas marchando, también están luchando” era la consigna que más me hacía vibrar. No podía dejar de pensar en mis hijas. Leía “soy la mamá de esa niña que jamás vas a tocar” y deseaba con toda el alma que, en efecto, las mujeres ahí reunidas pudiéramos lograr generaciones protegidas y respetadas. Pero no nos toca ─ni podemos─ hacerlo solas. Debemos en comunidad cuidarlas y darles alas.

En Av. Juárez la mitad de nuestro grupo decidió concluir su participación. Ganas no me faltaron de ir con ellas. Sin embargo, el síndrome de la “super mujer” me susurró -sin darme cuenta- que no me podía rajar. Llegaba al Zócalo porque llegaba.

Llegamos a 5 de Mayo más eufóricas, empoderadas y unidas. Faltaba poco. Ahí comenzaron a tener mayor presencia las policías y el grito de “la policía no me cuida, me cuidan mis amigas” sonaba más fuerte. Me angustié; ellas no estaban eligiendo libremente estar ahí. Reconozco su función en la estructura patriarcal, pero detrás del uniforme las vi a ellas. Entendí que en mí converge el respeto a quienes gritaban la consigna y a las uniformadas.

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Mientras reflexionaba sobre ello, escuché una especie de estruendo, un golpe y la inercia de una estampida en sentido contrario de la marcha. La adrenalina y el instinto de supervivencia me ordenaron correr y buscar refugio, pero antes debía buscar a mis niñas. Encontré a Sam, quien entonces encabezaba el grupo, y acto seguido escuché a Katya con el megáfono llamándonos a la calma y a reagruparnos. Así lo hicimos para decidir cómo proceder: imposible regresar, no recomendable era correr.

Todavía temblando, las jalé para movernos y no quedarnos en la zona de posible enfrentamiento. Todo quedó ahí. Seguramente una serie de movimientos precipitados detonaron esa mini estampida. Continuamos y por fin llegamos al Zócalo. Muchísimas mujeres estaban agrupadas y la sensación era de paz, de comunidad. En ese centro histórico todas estábamos demostrando que calladitas no nos vemos más bonitas.

Gracias a mis niñas (con cariño) por quitarme los pretextos y por enseñarme que son mujeres fuertes y valientes. A todas las que somos ─a las que marcharon y a las que no─, las admiro y respeto.

Sigo reconociendo y validando mis emociones. Continúo cuestionando, construyendo y deconstruyendo mis ideas en torno a la marcha del 8M. ¿Lo volveré a hacer? La verdad no sé; espero que sí, pero si decido no hacerlo seré la primera en no juzgarme menos feminista por ello.

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Nota del editor: Alejandra Spitalier es Coordinadora de la ponencia del ministro Arturo Zaldívar. Siguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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