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A México le costó caro quedarse sin izquierda

Hoy en el mundo la discusión ya no es de izquierda o derecha en sus sentidos tradicionales, sino de agendas sociales que resuelvan los problemas de la gente.
lun 20 febrero 2023 11:59 PM
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Estamos ya en medio de la carrera presidencial. Por la 4T se ve difícil una opción viable que cambie con lo que ha impuesto su líder mesiánico. Y por la oposición, la gran mayoría representa al pasado ciego a la sociedad, señala Don Porfirio Salinas.

México se quedó sin izquierda, en un proceso que en los últimos 35 años la fue disolviendo, cuando más parecía que la izquierda tenía futuro en el país. Con este proceso se profundizaron problemas estructurales que hoy están haciendo crisis.

Durante décadas, las aportaciones de la izquierda en México no fueron ni pocas ni menores. Su rol en la apertura democrática fue tan relevante como el de la derecha durante el sistema hegemónico.

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Si México logró ser un ejemplo mundial de apertura, transición y consolidación democráticas fue gracias a que hubo derecha e izquierda firmes, y un régimen que supo entender los momentos históricos y darles cauce político, aunque a veces haya sido a sombrerazos.

Pero el papel de la izquierda en las luchas sociales fue aún más significativo. Fue la izquierda la que visibilizó injusticias, desigualdades y abusos, derivando en victorias graduales de derechos humanos y sociales que representaron avances históricos.

Estas victorias no fueron ni sencillas ni rápidas. En algunas ocasiones fueron abiertamente obstaculizadas por décadas; y en otras ocasiones fuerzas distintas a la izquierda las abanderaron para que pudieran materializarse.

Y algo importante a notar es que la izquierda no siempre estuvo al margen del sistema. De hecho, durante el periodo hegemónico hubo momentos importantes de agendas de izquierda desde el mismo gobierno.

Lamentablemente, cuando parecía que la izquierda tendría un mejor futuro, fue justamente cuando comenzó su proceso de desintegración: la creación del PRD derivada del Frente Democrático Nacional.

Para que el PRD lograra consumarse, los partidos de la izquierda real decidieron juntarse para cederle al registro a ese partido, ante la dificultad de crear nuevos partidos en aquel momento. Y esto significó el beso de la muerte.

En el PRD nunca se logró un movimiento que cohesionara. Por el contrario, se convirtió en una institución de tribus en pugna que solo buscaban cómo acaparar y obtener el control de algo que surgía con grandes posibilidades; posibilidades que solitos se encargaron de destruir.

Una vez en el poder, gobernando la capital del país, el PRD se volvió un débil símil de lo que siempre criticaron en el partido hegemónico. Trataron de emular su equivocada concepción del control férreo que tenía el partido hegemónico; cooptando al legislativo y judicial locales por décadas.

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La mala experiencia en la Ciudad de México, y los pocos estados en los que llegaron a gobernar, aunado a los casos de abuso y corrupción en sus filas, y la cooptación del partido por un grupo, fueron dejando muy mal sabor de boca, y un rechazo importante de diversos segmentos sociales.

Durante los sexenios de Calderón y Peña, caracterizados por su desdén al sistema democrático y de partidos, las cosas empeoraron. Lo que quedaba de la izquierda fue marginado y, particularmente en el calderonismo, hubo embates conservadores importantes a sus conquistas sociales.

Con el peñismo se dio la espalda incluso a las alas progresistas del PRI, salvo honrosas excepciones como la reforma de marihuana medicinal lograda por la entonces senadora Cristina Díaz. Y ya en la segunda mitad del sexenio, la presión social obligó a desahogar otras batallas en derechos humanos.

Sin embargo, en materia de partidos políticos, fue durante el peñismo que se dio la estocada final al PRD. Y no solo por el gobierno, sino por grupos importantes de su propia militancia liderados por el hoy presidente.

La creación de Morena fue precisamente el sello de muerte del PRD, y de lo que quedaba de la izquierda mexicana. Muchos de sus líderes históricos quedaron subsumidos a este movimiento que de izquierda no tiene ni la mano.

Muchos grupos sociales progresistas ingenuamente creyeron que AMLO abanderaría sus causas, a pesar de que su historia como Jefe de Gobierno de la capital mostraba lo contrario. Pero ante el hartazgo con el sistema que había hasta el momento decidieron apoyarlo.

De manera descarada, el día de su triunfo electoral en 2018, en su discurso celebratorio del Zócalo, López Obrador se autonombró el portador de esas banderas históricas de la izquierda mexicana y el catalizador de esa lucha de décadas.

A cuatro años de su gobierno es claro que fue todo lo contrario, lo cual fue visible desde su primer año. Eso ha llevado a que muchos de estos grupos, como las mujeres y los ambientalistas, se hayan no solo desencantado sino alejado de la 4T.

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Desafortunadamente no existe hoy una alternativa política viable para reencauzar esas agendas, ni en el gobierno ni en la oposición. Y eso genera un problema de fondo para la democracia mexicana.

Desde la 4T, el discurso social que impuso al sistema quedó en eso: un mero discurso vacío de acciones. Y desde la oposición, todos siguen sin entender las necesidades de la sociedad.

Hacia 2024, es urgente recuperar agendas políticas progresistas. Ya no se trata de revivir a la izquierda como era concebida. Hoy en el mundo la discusión ya no es de izquierda o derecha en sus sentidos tradicionales, sino de agendas sociales que resuelvan los problemas de la gente.

Se necesitan personajes políticos con verdadero entendimiento de lo que pasa en la sociedad, de lo que le duele a la gente, de lo que demanda la población para mejorar su calidad de vida. De los problemas profundos de movilidad social, de desigualdad de oportunidades, de falta de inclusión.

Estamos ya en medio de la carrera presidencial. Por la 4T se ve difícil una opción viable que cambie con lo que ha impuesto su líder mesiánico. Y por la oposición, la gran mayoría representan al pasado ciego a la sociedad, salvo la honrosa excepción de Beatriz Paredes.

Pero más allá del sistema político, es como sociedad donde nos falta más entender, donde nos falta más la empatía, el respeto, la inclusión y la diversidad. Si la sociedad no cambia, la política menos.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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