Es muy probable que otras cosas pasen durante las reuniones privadas entre los mandatarios, conversaciones que difícilmente se conocerán, y en las que probablemente sí hay algunas pláticas más delicadas y no necesariamente tan amables.
Pero una duda más de fondo es, ¿qué tan sólidos son los liderazgos de los actuales mandatarios, y qué tanto realmente pueden, o les interesa, incidir en un mejor camino compartido para nuestros tres países? ¿Realmente nos conciben como región, o siguen viéndonos como naciones aisladas?
Esta pregunta viene al caso porque los diversos problemas internacionales recientes, como la pandemia, la guerra comercial de occidente con China y la actual invasión de Ucrania, han cambiado de fondo el modelo de globalización, que ya de por sí venía sacudiéndose.
En el mundo actual, con la profunda disrupción de cadenas globales de valor, y las faltas de abastecimiento tanto de materias primas como de bienes finales clave, los países con mercados de consumo más grandes no pueden mantener el modelo actual de producción concentrada en Asia.
Deben buscar opciones más cercanas, y que den mayor certidumbre de sus procesos. En este contexto, los factores ya no solo son de bajos costos, sino de ubicaciones geográficas estratégicas, y de políticas públicas que permitan cumplir no solo objetivos de producción, sino compromisos y metas globales que se han impuesto, como las ambientales.
La globalización cambió de tajo. Hoy, la tendencia es a la regionalización, y parece que así será el modelo por un buen rato. Algunos países intentan remontarse a un modelo más localista, al estilo de la sustitución de importaciones. Pero los principales, van hacia la regionalización.
Esto está abriendo oportunidades históricas a nivel mundial, y en especial para nuestros tres países. Sin embargo, todo el mundo está en competencia por atraer las inversiones que esta oportunidad está impulsando, y que se planean hacia el mediano y largo plazo.
América del Norte, y México en particular, podrían capitalizar esta ola con gran facilidad, y sin demasiado esfuerzo. Lo difícil sería no aprovechar esta ola global, y parece que nuestros países buscan eso, mediante políticas que van en contra de lo que buscan los inversionistas: certidumbre.
Y aquí regresa la pregunta sobre el nivel real de liderazgo de nuestros tres mandatarios. Lamentablemente, los hechos no parecen ser muy halagüeños para ellos.
Sin un liderazgo contundente de los Jefes de Estado de México, Estados Unidos y Canadá, será imposible que nuestra región realmente maximice los beneficios del T-MEC, y que consolidemos una plataforma real para aprovechar la oportunidad histórica que tenemos en frente.