Es indispensable que se genere una narrativa para la industria automotriz en México, que permita explotar esta enorme oportunidad histórica que no se repetirá en generaciones.
Primero, se debe sensibilizar a un público amplio, no solo de círculo rojo, que la automotriz es la industria de mayor importancia económica para México al ser su motor exportador, generador de los principales ingresos y de empleos de calidad que repercuten en el bienestar de las familias.
Segundo, debe entenderse que la electromovilidad, que significa la reconversión de la industria a vehículos eléctricos, es el cambio histórico de paradigma más grande para la industria a nivel mundial, que genera las bases para el resto del Siglo XXI.
Este cambio conlleva grandes retos de adaptación en formas de producción, preparación de capital humano, infraestructura, energía, cadenas globales de valor y en un cambio cultural profundo en los consumidores.
México debe decidir si quiere convertirse en una potencia automotriz del Siglo XXI bajo este nuevo paradigma, o si solo nos quedamos viendo el cambio pasar, saliéndonos del tablero mundial en los siguientes 10 años que le quedan al paradigma actual del Siglo XX de motores de combustión.
La nueva conformación de la industria permite a México no solo explotar y potenciar la capacidad instalada que tenemos como potencia automotriz, sino generar nuevas industrias relacionadas con la electrificación, que traerán mayor actividad económica, desarrollo y bienestar.
Pero todo eso no llegará por arte de magia, se deben construir las condiciones necesarias para materializar esta oportunidad histórica. Se requieren políticas públicas adecuadas que den certidumbre legal y de negocios a los inversionistas globales con claridad de reglas.
Empezando por cumplir a cabalidad con el T-MEC, y por garantizar energía suficiente, limpia, y a costo competitivo; como bien se dijo durante la CLAN. Hoy no lo estamos haciendo, y estamos desperdiciando tiempo muy valioso que están aprovechando otros países y regiones en el mundo.