¿Eres uno de ellos? Puedes intentar comprobarlo cualquier sábado cuando por televisión veas una pelea de box entre contendientes que no conoces.
Si inmediatamente el más pequeño y menos musculoso de los peleadores es tu favorito, es muy probable que sufras de dicha condición.
O bien, ¿cuántos de nosotros nos alegramos al ver al modesto equipo de Marruecos vencer a potencias futbolísticas en el pasado Mundial?
Montaña rusa
En nuestro país, específicamente en la entrañas del partido Morena, es sabido y de forma contundente, que la favorita del presidente López Obrador, para ser la próxima candidata a la presidencia, es Claudia Sheinbaum. No es necesario un estudio muy meticuloso para comprender que el tabasqueño quiere dejar a una mujer, que además es fiel, devota y entusiasta admiradora de su persona y liderazgo.
Claudia ha apostado ciegamente -con todo su capital político- en la promesa de que si es la elegida por el dedazo -disfrazado de encuestas-, seguirá al pie de la letras, todas y cada una de las políticas que AMLO ha bautizado como la “cuarta transformación”. Lo que algunos suponen es que, con Sheinbaum, el presidente no solo dejaría una herencia política, sino que él mismo podría gobernar desde la mecedora, en su rancho en Palenque, Chiapas.
Algunas encuestas tienen a la actual Jefa de Gobierno de la Ciudad de México por encima de Marcelo Ebrard, por hasta 8 y 10 puntos, cuando se le pregunta a los morenistas. Sin embargo, cambia drásticamente cuando se sondea al cúmulo de personas que no se identifican con los partidos o aún, prefiriendo a uno de la oposición, preferirían votar por el canciller. La batalla tiene un cierre de fotografía, pues persiste un empate en el que han estado desde que fueron llamados por el Ejecutivo como “corcholatas”.
La posición de “retador” por parte de Ebrard lo tiene en el área del rebelde. Muchos sospechan que Marcelo podría ser menos radical en cuanto a la rígida postura de la presidencia a fin de combatir diariamente a los adversarios que ha inventado. Ya sean medios de comunicación, activistas, creadores de contenido, religiosos, periodistas o cualquier persona que se atreva a criticar el régimen obradorista.
El pecado del canciller, ante los fanáticos de AMLO, podría ser no contar con un talante combativo contra la clase media y alta del país. El hecho de que su vocación unificadora le dé un poco de esperanza a los empresarios podría detonar sus posibilidades de ser candidato por la izquierda mexicana.
Eso lo convierte en un “underdog” poco favorecido por su jefe inmediato.