El periplo que realizan las mujeres migrantes es especialmente desolador dejando la casa y el entorno familiar; implica reunir dinero para pagar al coyote; viajar en condiciones de hacinamiento entre decenas de hombres; cruzar terrenos agrestes; proteger y resguardar, en su caso, a los hijos en el trayecto; tratar enfermedades repentinas y lograr asilo o refugio para ellas y quienes las acompañan.
Esa es la pesadilla a la que se enfrentan miles en una travesía sembrada de violencia y acoso, de maltrato y ofensas. La condición de migrante agudiza su vulnerabilidad y exposición a situaciones de violencia de género. El hostigamiento contra mujeres en situación de movilidad se normaliza y alienta la indiferencia de amplios sectores sociales.
Lamentablemente, el calvario no se reduce a esta descripción. El altísimo número de violaciones documentadas que sufren las mujeres migrantes (7 de cada 10 que transitan por el país) es una evidencia del terror irremediable para llegar al otro lado. Algo ante lo que no podemos cerrar los ojos.
¿Por qué la migración conlleva ahora vulnerabilidad para las personas que se movilizan de un país a otro; cómo llegamos a esto? Una de las razones se explica por las redituables ganancias que les genera a los grupos criminales el explosivo negocio de tráfico de personas, que en muchos casos tienen el contubernio de autoridades migratorias y de seguridad pública. Un engranaje perfecto pero perverso.
Desde Tapachula hasta Piedras Negras, pasando por San Pedro Tapanatepec, los municipios fronterizos y los que se encuentran en la ruta migratoria del país, se han visto colmados de personas exhaustas, agotadas y desesperadas por la indolencia de autoridades migratorias que no cuentan con la capacidad para atender a esa población ni documentar su estancia en el país.
Entre octubre de 2021 y septiembre de 2022, La Oficina de Adunas y Protección Fronteriza (CBP) registró la detención récord de 2.7 millones de personas migrantes (823,000 de ellos fueron connacionales); en número de detenciones le siguen personas de Cuba y Venezuela.
El Departamento de Seguridad Nacional por su parte, afirma que el número de mujeres y niñas capturadas en la frontera en 2021 alcanzó un máximo histórico: 507,358. De ese tamaño es la problemática de la migración que hoy hay que mirar con perspectiva de género.
Migrar bajo una falsa expectativa de éxito es confiar en las sofisticadas redes de trata que operan en la región, que hallaron un lucrativo interés en el tráfico de personas y su extorsión, poniendo en riesgo la vida de miles y sin que las autoridades de los respectivos países hayan establecido acuerdos de cooperación que neutralicen sus actividades y sus márgenes de ganancia.