Resulta evidente que estamos a las puertas de una crisis que anticipa un shock económico global por las presiones inflacionarias y bajo crecimiento, un escenario pocas veces visto. Tan solo en lo que va del año, decenas de países han corregido varias veces a la baja su previsión de crecimiento. En su último informe de julio denominado Un panorama sombrío y más incierto, el FMI estima que el mundo crecerá un 3.2% en 2022 y 2,9 en 2023.
La Reserva Federal estadounidense incrementó ya dos veces seguidas la tasa de interés en 0.75%; el Banco Central canadiense también ha elevado sus tasas. Se estima que en México ese indicador puede llegar al 9% al cerrar 2022 para intentar contener la inflación.
La guerra trajo consigo duras sanciones financieras a Rusia por parte de la Unión Europea. Como respuesta el régimen de Putin demandó que el pago de gas se realice solo en rublos y amenaza con la interrupción del suministro energético que traerá serias consecuencias para la industria, ya que la dependencia del gas ruso supera el 50% en catorce países europeos, particularmente Alemania (que ya redujo de 55 al 40% su consumo) e Italia (46%), dos de los motores económicos del G7.
La inflación está desbocada en todo el mundo, con niveles récord y la característica de ser un fenómeno simultáneo, presionada por el significativo aumento en los precios de la energía, los alimentos y por el impacto de la guerra en economías occidentales, cuya debilidad provoca a su vez el bajo crecimiento en América Latina.
Con datos a julio, la agobiada economía argentina (que mantiene una deuda insuperable de 44,000 millones de dólares con el Fondo Monetario) alcanza una inflación del 64%; en Estados Unidos se situó en un nuevo máximo en más de cuatro décadas (9.1%). En México alcanzó el 8.1% contenida por los estímulos fiscales a las gasolinas; mientras que en Europa la situación es insólita como en Reino Unido (9.4%), España (10.8%) y Alemania (7.6%).
Varios analistas sostienen que la escalada del nivel de precios en Estados Unidos responde a un empuje de la demanda por los estímulos otorgados por la administración Biden que calentaron la economía.
Otro hecho inédito tuvo lugar el 12 de julio: el euro logró la paridad con el dólar y un día después el billete verde superó por primera vez a la moneda única desde que esta vio la luz hace 20 años, una tendencia que parece mantenerse en el corto plazo.
Todo mundo se pregunta cómo enfrentar el vendaval y ciertamente las respuestas abundan, pero no las decisiones. Los líderes de las naciones que forman el G7 se reunieron en junio para acordar el envío de más apoyo a Ucrania pero no discutieron fórmulas para hacer frente al atribulado panorama económico. Además, existe divergencia en la política económica y monetaria de la zona euro y la de Estados Unidos; las soluciones como se ve, corren a dos velocidades.