Hace unos días se confirmó lo que López Obrador busca negar en su mañanera: él y Morena pactan con los delincuentes. Dan abrazos a los criminales y la espalda al pueblo de México, con ese cinismo actúan en este gobierno.
Por eso necesitamos regresarle la dignidad y la seguridad a México y a la ciudad. En el caso de nuestra CDMX se deben romper las redes de corrupción que por más de 25 años han lastimado a los capitalinos.
La Ciudad de México es la segunda entidad con mayor incidencia delictiva (carpetas de investigación iniciadas). Es segundo lugar, también, en personas desaparecidas y no localizadas. Es la cuarta entidad federativa con más feminicidios en el país.
Además, la corrupción impera en este gobierno morenista. En 25 años en el poder, hicieron solo una línea de Metro y se les cayó. Han pasado 532 días desde la tragedia de la Línea 12 y no hay una sola persona responsable en la cárcel. Se siguen encubriendo entre ellos. Aunque todos sabemos que los culpables son Florencia Serranía, Mario Delgado, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. La corrupción de Morena mata.
Hoy, las grandes diferencias en la ciudad tienen que ver con acceso a servicios públicos y en seguridad. En el PAN, considero, han hecho mejores gobiernos, en alcaldías, estados y también en el país. Es necesario que la calidad de vida de la gente no dependa de quién gobierna su alcaldía o de cuánto dinero tienen sus vecinos.
La Ciudad de México dejó de ser el bastión de Morena y en 2021 los chilangos lo dejamos claro: no queremos más corrupción y queremos más seguridad. Somos el electorado que empezó la transición democrática y somos el que va a impedir el regreso al autoritarismo.
Es urgente que se acabe este gobierno corrupto y se le regrese la tranquilidad a los capitalinos. Los chilangos merecemos un gobierno honesto.
Es vital que a nuestra CDMX lleguen nuevos aires, en donde impere un buen gobierno, en donde haya transparencia, seguridad y tengamos un transporte eficiente.
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Nota del editor: la autora es senadora del PAN; preside en esa cámara la Comisión de Derechos Humanos.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autora.
