Finalmente, las redes sociales son millones de mini-blogs donde desde nuestra plataforma buscamos mostrar la vida diaria, nuestra forma de pensar o de participar de manera vigente en el vertiginoso mundo de la era digital.
Cada recurso multimedia, cada palabra que escribimos, en cualquiera de los dispositivos, se convierten en millones de números que los expertos llaman “Big data”. Un sistema de un altísimo número de datos, tanto estructurados como no estructurados, que utilizan las mega empresas tecnológicas para conocer a fondo tus propios intereses.
Esos números pueden conocer tus gustos, estado de ánimo, aficiones deportivas o religiosas, preferencias de vestir, entre cientos de etcéteras, incluidas tus posturas políticas.
El pasado domingo 2 de octubre se realizaron las elecciones generales presidenciales en Brasil, el país más grande de América Latina.
El modelo que utilizan los brasileños para elegir a su presidente tiene una simple característica: el candidato que logre más del 50% de los votos es inmediatamente ganador absoluto. De no alcanzar ese número, tendrá que ir a una segunda votación; los dos candidatos punteros se volverán a enfrentar y el que gane, sin importar el número de sufragios, será el próximo presidente.
Durante años, el expresidente socialista Luiz Inácio Lula Da Silva había estado por encima de todas las encuestas. Entre más se acercaba la elección, los números le daban hasta 57% de apoyo, muy por encima del 34% o 37% que tenía el actual presidente, de extrema derecha, Jair Bolsonaro, según los sondeos profesionales.
El pasado domingo los izquierdistas daban como un hecho que Lula lograría rebasar “sin problemas” la franja del 50%, pero todo se derrumbó cuando el candidato del Partido del Trabajo alcanzó el 48.4%, mientras que Bolsonaro sorprendió a todos con un 43.2%. Se volverán a ver las caras el próximo 30 de octubre, en un round final.
El partido Liberal de Bolsonaro no solo consiguió oxígeno, también ganó la mayoría de las gubernaturas, la Cámara de diputados y el Senado.