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Cuatro años: tanto y tan poco

El lopezobradorismo no aspira a solucionar dificultades sino a transformar al país; no se imagina solo como un gobierno distinto sino, además, como una nueva época
mié 06 julio 2022 11:59 PM
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A cuatro años del triunfo lopezobradorista, el saldo es inequívoco y, sobre todo, trágico: sobra política, falta gobierno, señala Carlos Bravo Regidor.

Hace cuatro años Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales. Por primera vez en la historia de la joven democracia mexicana, ganó un presidente que fue electo con la mayoría absoluta de los votos y también con mayorías absolutas para su coalición en el Congreso (las cuales conservó tras la elección intermedia de 2021).

A estas alturas, además, Morena y sus aliados controlan la mayoría de las gubernaturas en las entidades federativas y la mitad de los Congresos estatales. Si algo ha logrado el lopezobradorismo durante este tiempo ha sido, antes que cualquier otra cosa, acaparar espacios de poder.

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También fue la primera vez en la historia contemporánea de México que llegó al poder un grupo instalado en el espacio de la izquierda. Más allá del debate sobre si el lopezobradorismo en el poder puede ser realmente considerado de izquierda en términos sustantivos o de sus políticas públicas, en términos prácticos ese es el lugar que ocupa en el espectro político. La esperanza y los agravios a los que apela, la idea de cambio que representa para quienes han votado por él, está de un modo u otro coloreada por esa persuasión. Eso, para bien o para mal, es lo que representa.

El cambio de tono y de narrativa que supuso su victoria tienen, a su vez, una ambición muy decididamente inaugural. Su discurso pone la vara muy alta. Porque el lopezobradorismo no aspira a solucionar dificultades sino a transformar al país; no se imagina solo como un gobierno distinto sino, además, como una nueva época. Es tan impaciente que ni siquiera puede esperar a terminar sus obras antes de celebrarlas. Cualquier fuerza que lo critique, que se le resista o se le oponga pertenece al “basurero de la historia”. Lo suyo, en suma, es menos rendirle cuentas al presente que autoinscribirse en la posteridad.

Y luego está su capacidad de saturar la opinión pública. No me refiero al contenido de su discurso sino a su ubicuidad propagandística. A que el presidente es, ante todo, un señor que habla. Y habla de todo. Todo el tiempo. Da la impresión de que no dedica su tiempo a otra cosa que no sea hablar. Repite su sermón cada mañana, cada tres o cuatro meses, cada año. Sostiene que informa pero más bien pontifica; dice que da la cara pero nunca deja de cambiar de tema y siempre tiene otros datos. No es tanto o no es tan solo que los medios padezcan de “obradorcentrismo” ( https://bit.ly/3IdQ6Wn ), es que López Obrador ha convertido la comunicación gubernamental en un inagotable monólogo sobre sí mismo.

Por si todo lo anterior fuera poco, el apoyo que registra en las encuestas sigue siendo alto. No en las que se refieren a cómo maneja determinados temas su gobierno (en esas, salvo por los programas sociales, no tiene tan buenos números), pero sí en las que preguntan directamente por la aprobación del presidente.

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No debería sorprendernos pues, como bien ha explicado Javier Márquez ( https://bit.ly/3aikkuM ), el fenómeno de la “brecha” entre la evaluación del desempeño y de la figura presidencial no es una anomalía: durante otros sexenios, por ejemplo en el de Felipe Calderón, también se observó. Lo interesante sería saber, en todo caso, si el “teflón” de López Obrador –que su mala gestión no parezca hacerle mucha mella en sus niveles de popularidad– tiene algún antecedente comparable.

En suma, mayorías históricas y acumulación de poder sin precedentes en democracia, primera vez que la izquierda llegaba al poder, ambición transformadora sin límites, inédita capacidad de monopolizar la agenda pública, apoyo popular a prueba de cualquier fiasco o escándalo… ¿y como para qué? ¿No es mucho poder (quizá debería decir, más bien, muchísimo control) para tan magros resultados? ¿Para qué sirve tanto afán de trascendencia si hay tan poca responsabilidad? A cuatro años del triunfo lopezobradorista, el saldo es inequívoco y, sobre todo, trágico: sobra política, falta gobierno.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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