Antes de la demanda, dichas imágenes habían sido descargadas seis veces –la mitad de ellas por los abogados de Streisand–; en el mes que transcurrió después de que se dio a conocer la noticia del recurso legal interpuesto por la cantante, las fotografías fueron descargadas más de 400,000 veces.
El episodio inspiró un nuevo concepto para referirse a la paradoja de tomar acciones con el fin de ocultar cierta información y, al hacerlo, generar una demanda mucho mayor de esa información que si no se hubiera emprendido acción alguna: el “efecto Streisand”. Al final, la demanda fue desechada, pero el concepto llegó para quedarse. Nada llama tanto la atención como un gesto agresivo o torpe que intenta ahuyentarla.
A raíz de lo ocurrido en los últimos días a propósito de la demanda que anunció la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, contra la empresa noruega encargada de investigar por qué se cayó un tramo de la Línea 12 del metro el año pasado, me gustaría proponer un concepto complementario: el chanfle Sheinbaum. Digamos que es como el efecto Streisand pero con el agravante de que fuera la propia cantante la que hubiera solicitado los servicios del fotógrafo en cuestión, pues en este caso fue la misma administración de Sheinbaum la que contrató a la empresa contra la que ahora litigará.
De hecho, en su momento la Jefa de Gobierno fue muy enfática en señalar que Det Norske Veritas (DNV) era “una empresa de enorme prestigio” y que ella daría “a conocer públicamente todo lo que encuentre con toda y absoluta transparencia”. Pero ahora que ha terminado, y concluye que parte del derrumbe es atribuible a fallas en el mantenimiento que era responsabilidad de su gobierno, Sheinbaum objeta que DNV no cumplió con la metodología acordada para sus estudios e incurrió en un conflicto de interés, pues “aparece un abogado que participó, en un juicio contra el presidente López Obrador”.
¿Cómo es posible que Sheinbaum sostenga que la empresa incurre en un conflicto de interés cuando fue su gobierno el que la contrató pero, al no gustarle los resultados, desautoriza su trabajo? Esa es justo la razón por la cual las buenas prácticas recomiendan que, en este tipo de circunstancias, los funcionarios renuncien: para evitar el conflicto de interés que implica escoger a quienes habrán de investigarlos o erigirse en dictaminadores de la calidad de su labor.
Que DNV haya producido, aun así, un reporte que compromete al gobierno que la contrató habla muy bien de la empresa; que Sheinbaum rechace el reporte y descalifique a la empresa habla muy mal de la Jefa de Gobierno.