Con el PAN, la apuesta era tener un gobierno empresarial con el menor gasto social posible. Así, con Calderón, México se convirtió en el país con menor gasto social de la OCDE y, salvo contados casos, de todo Latinoamérica. El poco gasto social que existía ( 7.3 puntos del PIB ) se enfocó en los más pobres (decil I y II), pero debido a que había tan poco dinero, muchos pobres estaban francamente desamparados.
El desamparo del PAN hacia los pobres se explica a que el partido creía que los pobres debían “ganarse el apoyo”. Por eso, solo le daban transferencias a quienes podían comprobar que iban a la escuela y a la clínica, algo imposible para los ultrapobres. De hecho, el principal gasto social de Calderón fue el Seguro Popular (91 mil millones de pesos), seguido de un programa para educación superior y posgrado que contaba con (55 mil millones).
Con Peña, las cosas cambiaron. Se quería apoyar más al pobre, pero no se confiaba en que éste pudiera tomar buenas decisiones. Por ello, se aumentó mucho el gasto social, pero mediante el músculo del estado, sin darle dinero de manera directa a la gente.
Así, con Peña, el gasto social creció en 29% (de 660 mil millones a 854 mil millones), pero las trasferencias en efectivo se redujeron aún más que con el PAN. El gasto social se iba sobre todo a salud con el IMSS (236 mil millones) y el Seguro Popular (76 mil millones).
Si algo hacía bien el PRI, era focalizar. Por ello, a pesar de tener menores transferencias logró llegarle más a los más pobres. Las transferencias de Peña llegaban al 62% de los hogares más pobres (decil I y II), comparadas con solo el 53% en el sexenio de Calderón.