Con López Obrador, la tendencia dio un vuelco. La meta actual, a diferencia del PRI, no es llegar a los más pobres y, a diferencia del PAN, no es gastar lo menos posible. La apuesta es darle más dinero a todo el que lo desee.
Así, en este sexenio, el gasto social y las transferencias en efectivo han aumentado en 24% y 47%, respectivamente. El número de hogares que reciben transferencias en efectivo también aumentó, del 28% con Peña al 30% con Obrador.
La política de gasto de López Obrador ha detonado un cambio extremadamente transcendental: por primera vez en la historia reciente los pobres-no-tan-pobres, las clases medias bajas, están recibiendo transferencias de gobierno. Por ejemplo, entre los hogares de clase media baja, solo el 17% recibía transferencias con Calderón o Peña; con Obrador, estos hogares reciben el 26% y obtienen 54% más dinero.
Para estas personas una ayuda social hace una gran diferencia. Si bien no son los más pobres, sí son hogares con carencias críticas. Por ejemplo, entre los estratos de clase media baja (decil VI y VII), el 54% de las personas no tiene ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas.
Esto le ha dado grandes réditos electorales a Morena. De hecho, el secreto mejor guardado de la política de transferencias en efectivo de López Obrador es que su apuesta no son los más pobres, sino la clase media baja. Morena le está apostando a ganar los corazones de zonas precarias urbanas como Iztapalapa, la Gustavo A. Madero y Ecatepec, áreas mayormente abandonadas por gobiernos pasados porque no eran ultrapobres.