Peor aún, tal parece que Morena no parece tener clara la diferencia entre el empresario rico y el empresario pobre, y por tanto, no tiene una agenda de políticas públicas para eliminar monopolios, erradicar prácticas abusivas de grandes empresas hacia sus proveedores pequeños, mejorar los concursos mercantiles para pequeñas empresas o apoyar la inversión en logística para disminuir costos.
Por su parte, el PRI-PAN está colonizado por los intereses de las grandes empresas las cuales los han convencido de que deben rendirles pleitesía y darles todo gratis porque “crean empleos”.
A nivel local hay todo tipo de abusos. Los gobernadores se han convencido de que les conviene trabajar en favor de las grandes empresas. Se llenan la boca de hablar en favor del empresario pequeño pero sus acciones solo benefician a los más grandes. Su verdadero ideal de desarrollo es desaparecer al empresario pequeño para convertirlo en un empleado de una empresa más grande.
Convertir al empresario pobre en empleado de una empresa más grande podrá ser una idea atractiva para algunos de los empresarios pobres, pero no para todos. La máxima de los gobiernos del PRI y del PAN ha sido “cualquier empleo es mejor que ningún empleo” lo cual es falso. Para el mexicano promedio “ser empresario pobre es mejor que ser empleado pobre” y los datos lo muestran.
Es momento de crear una agenda que saque de la pobreza, no solo a los trabajadores o a las personas sin capacidad de trabajar, sino también a los empresarios. Esto requiere principalmente dos cosas.
Primero, un programa de mejoramiento urbano que ayude a erradicar la carencia de combustible, un aspecto que afecta al 29% de los empresarios pobres (comparado con 17% en la población pobre no-empresarial). Es decir, la carencia de gas o electricidad en sus casas. Esto es importante porque sin combustible los negocios se ven muy limitados, sus precios se incrementan y su calidad baja.
Segundo, se necesitar crear un programa de capacitación directamente dirigido a los empresarios pequeños. Esto es importante porque, entre los empresarios pobres, el rezago educativo es abismal. El 34% de los empresarios no tiene el nivel educativo que se esperaría de una persona de su edad, comparado con solo el 27% del resto de la población pobre no-empresarial.