Catarino Ibáñez, gobernador del Estado de México en la novela La sombra del caudillo (1929), organizó un banquete al que asistieron las personalidades más importantes de la política mexicana. Más allá de la vívida descripción del evento ficticio, descrito por Martín Luis Guzmán, quien por cierto fue diputado federal por el Partido Cooperatista Nacional en la posrevolución temprana, el pasaje recupera un aspecto de la vida política nacional que sigue siendo vigente.
En medio de la elegante comida arriba citada, el gobernador hace alarde de que los líderes de la Revolución, sentados en su mesa, comían tacos acompañados con el mismo guacamole que se le sirvió al pueblo. En este caso “el pueblo” eran indígenas acarreados que estaban afuera de la casa y que, en efecto, comían la salsa de base de aguacate y chile; aunque ellos, a diferencia de los otros comensales, disponían de tortillas rancias. Lo llamativo del capítulo, más que el cinismo del gobernante, es que el pueblo no dejaba de vitorear al cacique local, agradeciendo y celebrando que este los hubiera invitado a comer.