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#ColumnaInvitada | Tragedia a la vista

El sello de la casa de la 4T es improvisar, no observar la ciencia, prometer lo que no se puede hacer y actuar con símbolos; el Aeropuerto Felipe Ángeles es un ejemplo de todo lo anterior.
mar 04 enero 2022 11:59 PM
Vista del avance del Aeropuerto Felipe Ángeles en diciembre 2021.
El Nuevo Aeropuerto se ha edificado en medio de la opacidad.

A nadie le gusta dar malas noticias. Y mucho menos hacer un pronóstico de que algo nocivo e indeseable va a suceder. Sin embargo, en este caso es necesario realizar un par de reflexiones importantes sobre algo que se viene encima y que es enteramente evitable y que no obstante se materializará como resultado de una enorme incompetencia, irresponsabilidad, ineptitud, terquedad y ligereza.

Y es que las cosas suceden porque la demagogia puede inundar o marear la mente humana, puede diluir el sentido común, permite incluso erosionar un razonamiento de fondo, pero lo que no es factible es que las leyes de la naturaleza se pueden alterar por capricho. Los fenómenos naturales no se pueden variar con abusos o engaños lingüísticos.

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Me refiero en este caso concretamente al insensato proyecto del Aeropuerto de Santa Lucía y sus implicaciones. Empecemos por reconocer que esta instalación: (a) fue resultado de una consulta patito; (b) canceló la verdadera instalación aeroportuaria de Texcoco (que en realidad es un hub y que deberá rescatarse pronto); (c) se edifica con la mayor de las opacidades posibles; (d) se entregó ilegalmente como un proyecto que queda en ejecución y beneficio de las fuerzas armadas; (e) se optó por pagar cuotas de cancelación y otras erogaciones extraordinarias que hacen de este proyecto una locura de derroche en recursos; y (f) se hizo sin contar con los estudios de viabilidad operativa, de aeronáutica, comunicación y seguridad para esta instalación.

Debemos hablar de este proyecto porque es el fiel reflejo de como no se deben hacer las cosas en general, pero en particular al tratarse de una obra de infraestructura que pretende resolver los grandes problemas de comunicación aérea y de interconexión con el mundo. El tema central es que no se pudo haber tomado una decisión más absurda e irresponsable. La sola idea que se le ocurrió a un oportunista como el Ing. Riobóo de que un aeropuerto militar podría operarse simultáneamente con otros 2 en una zona ubicada a más de 2,200 metros sobre el nivel del mar y con una orografía complicada es demencial. Y sin embargo, por el solo empacho de demostrar que tenía las agallas de erradicar un proyecto como el NAIM de Texcoco que tanto se requiere en nuestro país, el hoy Presidente le dio vuelo al proyecto sin sustento ni estudio serio alguno.

Los problemas de este aeródromo son múltiples, entre otros: (a) que saldrá carísimo en cuanto a uso de recursos públicos; (b) está ubicado en una zona de muy difícil acceso; (c) no permitirá interconexiones ágiles; y (d) provocará gastos extraordinarios para los consumidores. Pero lo más grave es que, por la ubicación del Valle de México, este sitio no tiene las certificaciones de aeronavegabilidad internacional y no permite operaciones simultáneas e incrementales con los otros de la CDMX y Toluca.

El resultado efectivo es que si lo inauguran en marzo de 2022, lo que se provocará es que el acomodo de vuelos se haga artificialmente, y la probabilidad de un accidente de proporciones descomunales sea real por la mancha urbana extendida en la que estará situado el tráfico aéreo.

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El sello de la casa de la 4T es improvisar, no observar la ciencia, prometer lo que no se puede hacer, y actuar solamente con símbolos. Estamos en un ejemplo no aislado, puesto que esta misma torpeza y superficialidad es la que caracterizó, por ejemplo, el diseño, ejecución y operación de la Línea 12 del Metro CDMX, y los resultados están a la vista con decenas de muertos. Pero un accidente en instalaciones aéreas en la CDMX y zonas aledañas podrían generar una tragedia de miles de personas.

Debemos gritar fuerte estos riesgos porque no se puede pensar que los accidentes se deben dar. No debió ocurrir en la Línea 12 del Metro, pero el entonces Jefe de Gobierno optó por construir e inaugurar a como diera lugar para cortar el listón. La seguridad y vida de los usuarios no importó. Y esa misma lógica es la que hoy impera en las prisas por construir y operar el AIFA, siendo ahora el capricho de otra persona y de dimensiones mucho mayores por los alcances de un evento indeseable.

Ya que estamos advirtiendo sobre posibles riesgos, hay que señalar que la planta nuclear de Laguna Verde ya ha tenido al menos un par de eventos de alarma por fallas en la operación del reactor. No les tengo que explicar las consecuencias adversas de un derrame radioactivo, pero tristemente esa posibilidad es hoy mayor que nunca como resultado de la improvisación y el no invertir en prevención y mantenimiento.

Así las cosas, hoy, en el país; los riesgos son reales y tangibles. Callar o mantener silencio ante la evidencia científica y contundente nos haría cómplices de tragedias que pueden y se deben evitar y prevenir. Ya basta de tolerar que el país sea manejado por el Presidente sin sofisticación. Su impericia y abusos ya han costado muchas vidas en temas de inseguridad, violencia y problemas de salud. El silencio, particularmente de los que saben, los vuelve cómplices. ¿Cuántas víctimas más antes de que realmente nos demos cuenta de la tragedia a la vista?

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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