Para todos los efectos prácticos, el presente sexenio ya concluyó. Un ocaso temprano, ocasionado por las grandes pifias del Presidente derivadas de pésimas decisiones (aún antes de tomar posesión), que han generado la carencia absoluta de resultados. En su desesperación por mantener la atención de la ciudadanía en temas no relevantes, desató las amarras de su propia sucesión un par de años antes de que fuera realmente necesario. Él mismo al convertirse en destapador y elegir a su corcholata chilanga pasó a terminar su capacidad de impactar realmente el presente del país en temas importantes. La atención está en otras cosas y mientras tanto el país se cae a pedazos.
#ColumnaInvitada | Urge despejarnos
Habiendo tenido la posibilidad real y material de hacer un cambio en los rubros que generaron expectativas con su arribo al poder, el Presidente optó mejor por ir por la acumulación de poder, ideologizar la toma de decisiones, eliminar la capacidad de gestión gubernamental y en general dejar la huella de una bola de acero que sin razón destruye todo a su paso. Incluso la pandemia le vino como “anillo al dedo”.
Así tenemos claro que la presente administración no ha hecho nada por mejorar la vida de todo ciudadano en lo que cuenta (inseguridad, injusticia, impunidad, inmovilidad e inequidad). Y sin embargo han sido unos magos para la mercadotecnia y la propaganda (con Epigmenio “Goebbels” Ibarra como director de orquesta). Imagínense qué tan hábiles serán que, con todo el desastre que han generado, los índices de aprobación (que sí han caído unos 30 puntos) están en un 50%.
El pasado ya queda ahí y el juicio de la historia sobre este sexenio se está produciendo casi en forma simultánea. Es decir, normalmente habría que dejar pasar meses o años antes de evaluar lo que ha sucedido. No obstante, en este caso la evidencia es tan abrumadora que el veredicto se está escribiendo casi en tiempo real. Así de mal están las cosas y el gobierno no puede ocultar ni con sus propias cifras.
Ahora tenemos que ver lo que sigue. Empecemos por reconocer que la oposición ha sido torpe y desarticulada. En gran medida porque mucho se ha hecho por subirse al tren de simplemente combatir las líneas argumentativas del Presidente y su diatriba mañanera. El engancharse en la sorpresiva e infinita imaginación para mentir ha hecho que literalmente el país esté a la deriva todos los días, simple y sencillamente porque a pesar de lo que piense el Presidente, el país sí tiene problemas, la población se empobrece, los enfermos se mueren, la economía se cae, y las políticas públicas se quedan cortas frente a lo que es en los hechos una crisis multifactorial y despiadada. La hemorragia es real y el gobierno sin aplicar medicina alguna.
Por ello es urgente encontrar una narrativa y proceso distinto. Ha llegado el momento de distanciarse del camino en el que el Presidente nos quiere acotar. Sus dichos y disparates no deben ser ejes de la vida nacional. No podemos seguir siendo merolicos o críticos de lo que se le ocurre. Es sumamente atractivo subirse al ring y demostrar que lo que establece en sus discursos no es sostenible en un análisis con rigor intelectual, técnico, legal o económico. Pero él y sus asesores lo saben y no obstante recurren a la post-verdad y los otros datos como sistema de acción. Existe la enorme desventaja del tamaño de la caja de resonancia a su disposición. La cancha no es pareja y ellos lo conocen perfectamente. Abusan de su capacidad de interacción con amplios sectores de la población con mensajes falaces, muy buenos para alimentar estigmatización y polarización, dos ingredientes que fomentan odio y división, doce elementos con los que el populismo encuentra terreno fértil. Este gobierno es mezquino y lacerante, pues recurre al miedo como método de imposición y autoritarismo.
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Estamos en una situación delicada. Nos quedan menos de 2 años para tener una base y alianza electoral firme a partir de la cual lograr candidaturas fuertes y unidas que eviten que el oficialismo renueve su dominio un sexenio más. Para ello debemos despejar la mente, alejarnos de la comunicación tramposa gubernamental y en general abandonar la fase pugilística. Ha llegado el momento en que el país debe alejarse de la lógica “pejista”. Las causas y necesidades reales de la población, así como la determinación de candidaturas legítimas en elecciones primarias abiertas, constituyen la ruta de solución a seguir.
México es más grande que la perversidad de quien hoy gobierna. Toca a la ciudadanía demostrarlo y hacer que los partidos de oposición se sujeten a la agenda de causas. Será dicha suma con la hegemonía ciudadana la que nos permita derrotar al autoritarismo en ciernes. No hay opción distinta pues perder otra elección en 2024 implicaría sacrificar todo ante una situación que se asemeja cada día más a una dictadura. Así es que o nos despejamos o nos encontramos con la Macuspanización de todo el país. Esa opción es simplemente una calamidad. Nos merecemos un mucho mejor destino. Sí se puede.
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Notas del editor:
Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.