La Estrategia mundial sobre salud digital 2020-2025 considera a las tecnologías digitales como determinantes del futuro de la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que existe un déficit de 18 millones de trabajadoras y trabajadores en el sector, mientras que la pandemia del Covid-19 ha incrementado la pobreza y la desigualdad.
En septiembre de 2019, la Asamblea General de la ONU adoptó una histórica resolución en la que se comprometieron todos los países a implementar la cobertura sanitaria universal para el año 2030. Sólo a través de cambios profundos es que podríamos lograrlo, y para ello, las nuevas tecnologías juegan un papel fundamental. En general, existen tres componentes para cumplir con las metas globales de salud en los nueve años que se determinaron como plazo al 2030.
El primer componente se encuentra en contar con clara voluntad política. Es necesaria la voluntad del sector público para desarrollar marcos normativos que establezcan el mandato para fortalecer los sistemas de salud y hacerlos universales; es indispensable que se modifiquen los presupuestos de manera que la salud sea realmente una prioridad y no un mero discurso electoral, y es fundamental que se trabaje de manera cercana con la población tanto en tareas de vigilancia como para sumar esfuerzos en las políticas de prevención.
El segundo componente es trabajar de mano de la ciencia. Los datos no mienten, por el contrario, son un elemento básico para mejorar la toma de decisiones y realizar evaluaciones periódicas. En este sentido también se debe involucrar a los legisladores ya que a pesar de que contamos con leyes de protección de datos personales, esto puede no ser suficiente frente a los retos que representan las nuevas tecnologías digitales.