La comida, los colores, las flores, música, las ceremonias, los altares, entre otros elementos, sorprenden cada año al mundo entero, enviando un mensaje contundente: “Los mexicanos se ríen hasta de la misma muerte”.
La convivencia entre el mexicano y la muerte es curiosa. Millones levantan altares a sus familiares y terminan “cenando” con ellos. A la muerte la comemos en pan y es sumamente dulce para nuestro paladar.
Pero más allá de una celebración prehispánica, un rito o un festejo, los mexicanos hemos aprendido a convivir con la muerte. Le cantamos, la festejamos, es parte de nuestra cotidianidad.
Sobre la indiferencia que mantiene el mexicano y la muerte, el poeta Octavio Paz señalaba "ante la muerte, como ante la vida –los mexicanos– nos alzamos de hombros y le oponemos un silencio o una sonrisa desdeñosa".
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Los panteones de México volvieron a teñirse del naranja cempasúchil que caracteriza a esta fecha del año: el Día de Muertos, una celebración que se había visto interrumpida por la pandemia de COVID-19.
Ivan Villanueva/EFE
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Este año, México mantuvo vivo el Día de Muertos en un festejo híbrido, acorde a los tiempos de la pandemia, por lo que los panteones mantuvieron sus medidas sanitarias.
Ivan Villanueva/EFE
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Entre las medidas se encuentra el uso obligatorio de cubrebocas y grupos reducidos para ingresar a los panteones, esto para evitar aglomeraciones que puedan causar contagios.
Ivan Villanueva/EFE
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En el panteón de Tzintzuntzan, en Michoacán, donde la celebración del Día de Muertos es una tradición y atractivo turístico, los familiares volvieron a velar por sus muertos.
Ivan Villanueva/EFE
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En Tochimilco, Puebla, decenas de personas visitan hoy un altar en honor a sus seres queridos fallecidos, entre medidas de prevención y aforo del 30% por la pandemia.
Hilda Rios/EFE
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En la Ciudad de México, habitantes de la alcaldía Iztapalapa acudieron este día de los fieles difuntos a arreglar las tumbas de sus seres queridos.
Victoria Valtierra/Cuartoscuro
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La celebración de este Día de Muertos se realizó con la mayor parte del país en semáforo epidemiológico verde.
Victoria Valtierra/Cuartoscuro
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Esto permitió a las familias acceder a los panteones, como siempre, con ramos de cempasúchil para adornar las tumbas de sus difuntos.
Victoria Valtierra/Cuartoscuro
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Aunque una de las restricciones era prohibir el acceso a personas mayores de 60 años, la vacunación a este grupo de la población también permitió que pudieran visitar a sus familiares en los panteones.
Victoria Valtierra/Cuartoscuro
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Estas actividades por el Día de Muertos son parte de la reapertura y el desconfinamiento, a más de un año de la emergencia sanitaria por COVID-19.
Victoria Valtierra/Cuartoscuro
Es confuso cómo nos relacionamos tan cerca con “la parca”, ”la calaca”, ”la calavera”, ”la pelona”, ”la huesuda”, ”patas de alambre”, ”la catrina”, ”la chingada”, ”la tiznada”, entre otras decenas de motes que le hemos adjudicado a la muerte.
Diariamente, escuchamos de asesinados a montones, desde Tijuana hasta Tamaulipas; de Guanajuato a Quintana Roo. En nuestras ciudades vemos constantemente lugares acordonados, con agentes policiacos y forenses.
La muerte en el ambiente reina, controla, nos abraza y sujeta a una realidad que a muchos ya no sorprende.