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El PRI no es un monolito (nunca lo fue)

Varios analistas están viendo al PRI nuevamente como un partido vertical en el que cualquier votación es en bloque de acuerdo con las instrucciones, algo que no no sucedió en la mítica era hegemónica.
lun 25 octubre 2021 10:30 AM
Conferencia de priistas en Cámara de Diputados
Rubén Moreira, diputado y coordinador del PRI, y Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente del PRI, en conferencia de prensa con diputados federales.

La iniciativa presidencial de contrarreforma eléctrica, esa que nos quiere llevar a la época de la revolución industrial del siglo XVIII en plena era digital del siglo XXI, ha forzado a todos a poner la mirada en el PRI como actor central en este debate, y no por las razones más positivas.

Después de que el Presidente perdiera la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en junio pasado, el PRI ha resultado el partido decisor para el futuro de esta contrarreforma constitucional y de México mismo.

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El problema es que hay tres actores que decidieron mandar al PRI al abismo al evitar que se tome postura sobre la reforma: el Presidente Nacional del PRI, “Alito” Moreno; el coordinador de los Diputados Federales priistas, Rubén Moreira; y uno de los priistas más obscuros y actual “Presidente legítimo” de la Fundación Colosio, José Murat.

El juego perverso de estos tres personajes, de los más cuestionados en la historia del PRI, ha generado una percepción pública de que el partido está negociando con el Presidente su posible apoyo a la reforma, a cambio de prebendas y apoyos gubernamentales a diversos proyectos.

En el imaginario colectivo, gracias a estos tres personajes el PRI es un partido dispuesto a traicionarse a sí mismo y a quien se ponga en frente para recuperar posiciones de poder y acceso a recursos para volver a la corrupción y abusos que tanto caracterizaron al Peñismo.

Varios analistas y opinadores están viendo al PRI nuevamente como un partido vertical en el que cualquier votación es unificada y en bloque de acuerdo con las instrucciones de su liderazgo. Algo que no solo no sucedió en la mítica era hegemónica, sino que hoy más que nunca parece imposible.

Para variar, el análisis público y especializado sobre el PRI se queda en la salida fácil y en la simplificación, en lugar de hacer un esfuerzo real por entender al partido y su historia y así entender mejor la situación actual.

Si se hace un mínimo análisis serio, no es difícil ver que el PRI está profundamente dividido sobre la contrarreforma presidencial, y que parece casi imposible lograr un voto unificado y en bloque; a menos que por alguna sorpresa del destino, se decida votar contra la reforma y a favor del país.

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El PRI no es un monolito, y nunca lo fue. Esas historias fantásticas tan socorridas por los opinadores sobre un presidente omnipotente, único decisor de los destinos del país, y un grupo de ciegos levantadedos apoyando toda decisión, siempre han sido una falacia muy conveniente para el discurso público de los críticos del PRI.

Hay que entender al PRI en todo su contexto. En el PRI siempre hubo contrapesos internos, esa fue su naturaleza originaria. El Presidente podía parecer el único tomador de decisiones, imponiendo su voluntad.

Pero la realidad es que la diversidad tan amplia dentro del partido siempre obligó al Presidente a negociar antes al interior, con todos los sectores y diversos grupos internos, para impulsar sus agendas. Era la única manera de asegurar estabilidad ante sus decisiones.

Ya hemos hablado en este espacio sobre las características y dinámicas reales dentro del PRI, que mucho se rompieron en el sexenio Peñista y que hoy siguen debilitadas. Pero justamente la contrarreforma eléctrica podría ser un punto de quiebre para que el PRI regrese a su esencia; o, podría ser también su estocada final.

Hoy muchos asumen que los diputados priistas votarán en bloque sobre la reforma eléctrica. Que si deciden apoyar al Presidente o ir contra la contrarreforma lo harán de manera unificada. Al menos al día de hoy, no se vislumbra ese escenario.

Recordemos que por un lado están los tres personajes impresentables Alito, Moreira y Murat haciendo lo posible por apoyar la reforma. Pero al mismo tiempo, hay al menos 16 diputados y la mayoría de senadores abiertamente en contra de la reforma.

Lo fundamental en este momento es que logremos una presión social intensa sobre esos tres impresentables, y al mismo tiempo un respaldo social contundente a los que estén en contra para no ser amedrentados y lograr que convenzan a más priistas de rechazarla de tajo.

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Pero hay que entender cómo hacerlo. Varios buscan presionar al PRI argumentando que deben defender su legado de reformas estructurales del sexenio pasado. Lo que no parecen recordar es que con Peña, el PRI tenía posturas muy distintas al interior: no era un monolito.

La reforma energética fue uno de los factores de mayor desgaste en el partido. Desde el momento en que se reformaron los documentos básicos en la XXI asamblea, el proceso no fue nada terso ni sencillo. Muchos no estaban de acuerdo con la reforma, y menos con la imposición del peñismo.

Y durante el sexenio, fueron tantos los priistas afectados por Peña que en el PRI muchos quedaron con gran resentimiento y hoy aprovecharían cualquier oportunidad de venganza. Apelar hoy a ese legado es no solo ingenuo sino que puede ser contraproducente.

La presión al PRI debe ser más por el lado social. Más apelando a esa esencia que tuvieron de visión de futuro para el país. De proteger a los más vulnerables. De salvaguardar a las instituciones del país, de las que fueron arquitectos. De blindar a nuestro sistema democrático.

Y por supuesto, de señalar los abusos y corrupción de los tres impresentables que hoy están jugando con fuego, apelando a los priistas de convicción que hoy buscan un partido más limpio, lejano a lo que tanto los dañó con el Peñismo. Apelando a esas bases sociales a las que tanto alejaron.

Si la presión es bien hecha y resulta, por un lado, estaremos asegurando que la nociva contrarreforma presidencial encuentre su tumba en la Cámara de Diputados, salvaguardando el futuro de México.

Y al interior del PRI, esto deberá servir para animar una recomposición interna que termine por tumbar esas cabezas actuales que no piensan ni en el partido ni en el país, y arrancar así una recomposición del PRI en el momento que México más necesita partidos políticos sólidos, con visión de país por encima de intereses turbios personales.

Tenemos poco tiempo. Entendamos ya al PRI, y presionemos para truncar la regresión de la 4T.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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