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#ZonaLibre | Heridas abiertas y reconciliación social

Tenemos la oportunidad de llegar a acuerdos verdaderamente sólidos cuando en nuestro ánimo está la cultura de la restauración social, al saber arrepentirnos y perdonar.
jue 30 septiembre 2021 12:05 AM
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Aquel río se ha secado con la escasa lluvia y la explotación del agua. Aquellos que viven cerca de él han tenido que encontrar nuevas formas de trabajo. Una de las peores quizá sea la producción de drogas sintéticas.

La elaboración de mentafetaminas se convirtió en el nuevo oficio de una comunidad que ha estado acostumbrado a luchar durante siglos, pero que cada vez les es más complicado resistirse a la modernidad y los vicios. Se trata de “Los Yaquis”, una comunidad indígena férrea, valiente y organizada.

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Desde el 2010 sus aguas han sido prácticamente saqueadas, el acueducto Independencia comenzó a extraer millones de litros del río que da nombre a la tribu. Ante tal situación, los yaquis se organizaron y empezaron una dura campaña para reclamar el vital líquido. La lucha ha sido cruel y sangrienta, decenas de activistas y ambientalistas han sido asesinados sin haber encontrado justicia.

El narco ha impuesto su poderío en todas las zonas yaquis: Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem en el Estado de Sonora. Lugares áridos que ahora enfrentan el flagelo de la drogadicción en la comunidad de apenas 40,000 habitantes.

Esta oscura realidad de pobreza y aniquilación, se ha repetido por cientos de años.

El cineasta Sergi Pedro Ros, recoge la mirada perdida y desesperanzada de los pobladores de ese caos denso y polvoso yaqui, en el documental llamado Laberinto Yo'Eme.

Han luchado por tanto tiempo que sus heridas siguen abiertas. Los yaquis fueron el dolor de cabeza de los conquistadores españoles, y lo siguieron siendo para los diversos gobiernos de México, incluso en el siglo XX. Solamente durante el régimen de Porfirio Díaz, se estima que más de 25,000 yaquis fueron vendidos como esclavos y muchos otros asesinados. Los que pudieron, salieron huyendo hacia Arizona, Estados Unidos.

Fue hasta la llegada del presidente Lázaro Cárdenas, en 1934, que los yaquis obtuvieron el reconocimiento oficial de casi 500.000 hectáreas de tierra y volvieron a restaurar su tribu.

Este martes 28 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador viajó a Sonora, haciéndose acompañar de parte de su gabinete y de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente, para que fueran testigos de honor del perdón que se le ofreció a la tribu indígena.

“Estamos aquí para tratar de reparar, en la medida de lo posible, el daño que se ha cometido a los pueblos yaquis destinando recursos del presupuesto público para la dotación de tierras, garantizar el derecho y mejorar el aprovechamiento del agua, así como para llevar a cabo un programa integral para el bienestar de los pueblos”, refirió el ejecutivo y agregó: “Es un acto de justicia a todos los pueblos indígenas de México. La verdad más íntima, más entrañable de nuestro país, de nuestra nación, pero también lo hago por mis convicciones, porque desde hace muchos años he sostenido que por bien de todos, primero los pobres”.

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¿Una nueva actitud?

Desde hace unos días, el presidente ha enfrentado el tema del perdón social. Primero fue una carta que llegó desde el vaticano, firmada por el papa Francisco, donde afirmó que “tanto mis antecesores como yo mismo hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización –durante la colonización-”. Las letras del Papa fueron leídas en boca de Rogelio Cabrera, presidente del Episcopado Mexicano, durante los festejos de los 200 años de la consumación de la independencia de 1810. El Papa imploró no evocar los dolores del pasado para quedarse en ellos, sino para aprender. “Seguir dando pasos en vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias y a construir la tan anhelada fraternidad”.

Este ambiente de reconciliación con los errores del pasado, quizá tenga que ver con el mensaje que dio el presidente durante el festejo del pasado lunes 27 de septiembre cuando afirmó “Nos declaramos partidarios de la paz, de la soberanía y del amor. Aunque no olvidamos, sostenemos que es tiempo del perdón”.

Para algunos, el perdón ancestral no tiene ningún valor y tan solo es un montaje. Sin embargo, la teórica política Hannah Arendt, insistía que el perdón social es una sanidad general “Sin ser perdonados, liberados de las consecuencias de lo que hemos hecho, nuestra capacidad para actuar quedaría, por decirlo así, confinada a un solo acto del que nunca podríamos recobrarnos”.

Históricamente hemos desperdiciado sistemáticamente el valor del perdón y la reconciliación, relegándolos a temas religiosos o de ética personal. Pero existen heridas abiertas en áreas sociales que viven envueltos en duelo, amargura y deseo de venganza. Sobretodo cuando hablamos de los grupos más olvidados, como aquellos millones de mexicanos que no saben que comerán el día de mañana y su pobreza los condena al hambre, la violencia y delincuencia.

La polarización que vivimos día a día, ha cruzado muchas líneas, pasando de la crítica a la ofensa en debates estériles que nos llevan al odio y la cerrazón.

Quizá la palabra “perdón” es útil, no como si fuese mágica, sino en una actitud que pretenda la reconciliación y el reconocer nuestras fallas humanas, para que queden como hitos que no se vuelvan a cometer.

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Cuando el pacifista sudafricano Nelson Mandela llegó al poder, después de pasar 27 años en prisión como perseguido político, se le preguntó que haría contra aquellos que lo persiguieron, en ese entonces dio un mensaje que perdurará como solución de la violencia: “no hay futuro sin perdón y reconciliación”.

Tenemos la oportunidad de llegar a acuerdos verdaderamente sólidos cuando en nuestro ánimo está la cultura de la restauración social, al saber arrepentirnos y perdonar. Esto siempre será más asertivo que la división y el rencor.

No importa quién dé el primer paso, no importa su puesto, de qué partido político o ideología sea. El perdón es una llave única para lograr un mejor futuro.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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