La última y quizá la más absurda de las críticas es que el Estado del Bienestar es como un Robin Hood, que le quita el dinero a los ricos para dárselo a los pobres, lo que no es acertado, ya que la finalidad no es la redistribución de la renta o de la riqueza, sino la gestión de los “riesgos sociales” que provoca la economía de Estado, es decir, es un mecanismo que protege al ciudadano frente a los riesgos de perder el empleo o no conseguirlo, de no contar con seguro social, de no poder pagar una colegiatura, seguro de vejez, etc.
Hasta aquí, las semejanzas del modelo anglosajón con la política social de AMLO es muy parecida, quizá copia exacta de las políticas aplicadas e incluso de las críticas recibidas.
Leía en algún medio de comunicación la postura de una persona que opinaba que era terrible tener que mantener a flojos y ninis con los impuestos que pagaban. Pareciera que modelos y experiencias europeas son iguales a las que se viven en México, con programas sociales derivados del “Welfare state”, como son: Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, Becas Benito Juárez, Banco del Bienestar, entre otros. No obstante, pareciera que estos programas no están dando los resultados esperados para atender las causas y frenar la violencia, ya que la criminalidad en México va al alza y la violencia del narcotráfico se está desbordando e incluso la pobreza laboral aumentó en 26 de las 32 Entidades Federativas, según el CONEVAL.
Hace unos días, en Villa Ahumada, Chihuahua, el presidente López Obrador –al inaugurar un Cuartel de la Guardia Nacional– dijo: “Buscaremos que haya un Estado del Bienestar, que el mexicano tenga protección desde que nace hasta que muere, de la cuna hasta la tumba y vamos hacia allá”.