¿Qué está haciendo Ricardo Monreal con esas declaraciones? Varias cosas.
En primer lugar, está rebelándose contra el látigo de la disciplina presidencial. Porque López Obrador no lo mencionó cuando, para tratar de quitarle presión a su preferida, lanzó al ruedo a otros posibles aspirantes a la candidatura presidencial de Morena en 2024: Tatiana Clouthier, Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma , ninguno de los cuales tiene realmente posibilidades. Ya es muy obvio que los dos punteros son Sheinbaum y Ebrard. Y eso, cuando todavía no estamos ni a la mitad del sexenio, los vuelve blancos políticos demasiado visibles, los arriesga a mucho desgaste en los años por venir. En ese contexto, Monreal está avisando (y “el que avisa no traiciona”, como sabe muy bien el presidente) que su aspiración no se someterá a los humores de Palacio Nacional y que él puede ser un tercero en discordia.
En segundo lugar, está recordando su propia relevancia estratégica dentro de la coalición lopezobradorista. Porque él sigue siendo un factor de gobernabilidad en el Congreso, y sin sus buenos oficios la agenda legislativa del presidente estaría en peligro. A diferencia de muchos adeptos de López Obrador, él no se ha sumergido en los lodos del sectarismo y conserva capacidad de interlocución para negociar con cualquier fuerza política que haga falta. Y en Palacio Nacional tan reconocen la fuerza que tiene Monreal que hasta enviaron a otro operador muy avezado del presidente, Gabriel García, de regreso al Senado para hacerle algo a medio camino entre contrapeso y marcaje personal. Aunado a las señales que ha enviado el Partido Verde, el mensaje no podría ser más claro: en el Senado manda Monreal, no López Obrador.