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Legitimar para comunicar

Mientras los actores que deben representar contrapesos y/u oposición al Presidente no vuelvan a construir credibilidad y confianza, no tendrán la menor legitimidad para hacerle frente.
lun 12 abril 2021 11:59 AM
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Las campañas de la Alianza va por México carecen de innovación y nuevos cuadros.

Con las elecciones intermedias a menos de dos meses, toda discusión se enfoca en si el Presidente es popular o no, si mantiene respaldo o no, si abusa de su posición para comunicar o no, si va a perder votos o no.

Todos los actores opuestos a él y su proyecto parecen enfrascados en ver de qué manera critican sus fallas de gobierno, señalan sus excesos polarizantes, potencian sus falencias y cuestionan su capacidad.

Resulta interesante ver cómo los principales actores de oposición como los partidos, o de contrapeso como los empresarios, gastan más energías en reaccionar visceralmente en un juego perdido de reclamos que en entender por qué están en desventaja.

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Todos están, o incrédulos de que el Presidente mantenga popularidad de al menos 60%, o fúricos de que nada de lo que hagan o digan parece afectarle mientras él sigue atacando irresponsablemente desde su púlpito con gran éxito.

Ninguno parece entender un concepto que ya, desde las elecciones de 2018, en este espacio mencionamos como fundamental para hacer cualquier posible contrapeso a la 4T: la legitimidad.

Desde que pasaron las elecciones del 18, era claro el amplísimo nivel de respaldo social del Presidente; de legitimidad. Y era obvio dado su discurso tan cercano a injusticias y demandas sociales de antaño, que se habían exacerbado con Calderón y Peña.

Ser un personaje diametralmente opuesto a esos dos Presidentes que tanto daño hicieron al país, y su capacidad de explotar el resentimiento y enojo sociales, lo legitimaron y le valieron toda una base sólida para llegar a la Presidencia.

Parte de esa capacidad de explotar ese ánimo de revancha de muchos grupos sociales, era señalar a todos aquellos personajes que de alguna u otra manera se aprovecharon de esos grupos, o que eran blancos fáciles para profundizar su resentimiento.

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Y esto era muy fácil, dado que justamente ninguno de esos actores tenía legitimidad social. La había depredado a través de los años con sus abusos y excesos. Así que no era nada difícil señalarlos.

Esa falta de legitimidad, tanto de partidos como de sector empresarial y otros contrapesos, no la han entendido, y por lo tanto no han querido entrarle en serio a construirla. Y eso justo por eso que, a pesar a todos los errores y excesos del Presidente, mantiene un respaldo tan alto.

El Presidente ha sido lo suficientemente hábil para explotar los abusos de varios actores, incorrectamente generalizando con algunos ejemplos específicos, y generarse beneficio político y social a costa de esos ejemplos.

Mientras que el resto de actores han caído en el juego de confrontación del Presidente, pensando que también confrontando pueden encararlo. Cuando lo único que logran con este tipo de comunicación es validarlo.

Los partidos políticos nunca entendieron que debían hacer de inmediato una depuración pública de militantes, empezando por aquellos personajes más públicos con evidentes historias de exceso, corrupción y abusos.

Y que inmediatamente después debían hacer un reconocimiento público de los errores que más lastimaron a la sociedad, y de todas esas prácticas indebidas de varios de sus cuadros.

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Lejos de eso, en este periodo electoral han demostrado total desconexión con la sociedad. Incapacidad de entender por qué votaron contra ellos en el 2018. Y plena desvergüenza dando candidaturas a los perfiles más cuestionados y nocivos que tenían.

Además de generar una perversa alianza opositora de PRI, PAN y PRD que sólo abona a confirmar las constantes críticas del Presidente hacia la “mafia del poder”.

En cuanto al sector empresarial, el Presidente con gran habilidad comunicacional ha explotado historias evidentes de abuso en temas como salarios, subcontratación, sector energético, sector de medicinas, entre otros, para impulsar agendas económicamente regresivas.

Cada que ha tenido problemas de imagen, recurre a algún ataque contra algún sector del empresariado, o empresarios/empresas individuales para distraer la atención y mover el foco de atención.

Ante esto, la gran mayoría del empresariado ha optado por reaccionar visceralmente, refunfuñando, diciéndose víctimas. Mostrando más la fobia personal contra el Presidente que argumentos o sustento para defenderse.

Contados líderes empresariales han entendido el entorno, y han buscado mantener un nivel de diálogo con el gobierno, que permita al menos reducir el nivel de embates y de pérdidas. Pero la mayoría no lo entienden y exigen confrontación.

Se les olvida que el sector empresarial mexicano no es particularmente conocido por tener consciencia social. Se les olvida que sus supuestos programas de ayuda son igual o mas asistencialistas que los que critican del gobierno.

Olvidan, también, que entre ellos mismos se han protegido y han sido comparsas de muchos que se han hecho de fortunas al amparo del poder. Que su desconexión con la sociedad ha sido tal, que están entre los actores peor calificados en cualquier encuesta.

Eso no quiere decir que todos sean malos. Hay varios que han hecho cosas importantes por el país. Pero sí significa que también en el empresariado se requiere un reconocimiento de culpas y una depuración de actores, además de acciones mucho más contundentes para construir credibilidad.

Mientras los actores que deben representar contrapesos y/u oposición al Presidente no vuelvan a construir credibilidad y confianza, no tendrán la menor legitimidad para hacerle frente y obstaculizar sus impulsos autoritarios y polarizantes.

Y en ese juego, todos perdemos.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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