Así, la obsesión de López Obrador por Pemex y su forma de entender la hacienda pública es el reflejo puro del posneoliberalismo. Es decir, de un estado que ya no quiere ser neoliberal, pero que ni se le ocurre cómo ser diferente. O que no puede, porque en un mundo globalizado, las élites simplemente mudarían sus cuentas bancarias y el peso se vendría abajo de un plumazo.
Es decir, lo más profundo y triste de la 4T, no es la “incapacidad de López Obrador,” sino algo que los falsos “pluralistas” ni discuten: que ya no hay pluralismo. Que un país ya no puede transformarse democráticamente sin la anuencia de las élites económicas globales y sus intelectuales. Que López Obrador es tan incapaz como la oposición para transformar a México, pero por razones distintas. Y que sus peleas con el sector energético son un favor, un guiño al ojo, un sueño infantil, de “poner a los pobres primero” sin pelearse con las élites económicas.
Las más grandes injusticias de este país se dictan en la Bolsa Mexicana de Valores, no en Palacio Nacional. Pero los autoproclamados “pluralistas” no quieren verlo, discutirlo, entretenerlo. En vez de ello, andan por la vida desnudos, analizando la superficie. Supongo lo hacen así porque es más fácil pensar que la política energética es “una ocurrencia” a que es un grito desesperado.
______________________
Nota del editor:
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.