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Trivializar para retroceder

El presidente es constante en su estrategia: sobresimplificar los problemas y hacerlos ver como una lucha de malos contra buenos, su base electoral, aunque esto le cueste caro al país.
lun 15 marzo 2021 11:59 PM
AMLO
El presidente López Obrador y su partido, Morena, buscan conservar la mayoría en la Cámara de Diputados en las elecciones de este año.

El viernes se dio la ratificación de Félix Salgado Macedonio como candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero. A pesar de las constantes protestas, el presidente siempre lo defendió a capa y espada, por lo que no debe sorprender esta confirmación.

Esta candidatura en sí misma demuestra que el país está retrocediendo a pasos agigantados en la diversidad de logros alcanzados durante tres décadas para obtener un sistema democrático abierto y competido. Y por supuesto, para legislar los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia.

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Pero esto es solo un síntoma de lo que con la 4T ha significado el retroceso de México en muchos otros sentidos. Lamentablemente, el presidente ha tenido la gran habilidad de sobresimplificar cualquier problema o protesta ante hechos claros.

Esa trivialización que magistralmente ha logrado el presidente en el ámbito de la comunicación no ha encontrado contrapeso alguno en ningún actor. Nadie está aprendiendo a comunicarse con la base social, a pesar de las lecciones que deberíamos de haber aprendido estos dos años de 4T.

Ejemplos de este retroceso en diferentes ámbitos sobran. Apenas hace una semana se hizo un proceso fast-track, que pocas veces habíamos visto en la historia legislativa de México, para aprobar la anacrónica contrarreforma eléctrica de Bartlett y López Obrador.

Aunque la reforma presenta clarísimos errores legislativos, lo que pareciéramos no entender es que no era un tema técnico ni sustentado, era un tema meramente político e ideológico. De haberlo entendido, la resistencia a este embate del pasado pudo ser distinta.

El presidente repetidamente ha trivializado el tema, haciéndolo una mera pugna contra extranjeros malos; una suerte de reivindicación al pueblo bueno y sabio. Mientras, los opositores a la reforma se enfrascaban en argumentos y lenguaje técnicos e inalcanzables.

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Otro ejemplo es la reforma que está por materializarse para obstaculizar la figura de subcontratación. Se trata de un nuevo entramado legal que va contra cualquier lógica económica, y que significa ir a contracorriente del resto del mundo.

El presidente, de manera insistente, trivializa este asunto diciendo que las empresas abusaron y quitaron derechos a los trabajadores, que él regresará. Quienes se oponen siguen en discursos económicos que no resuenan en la gente.

Uno de los peores temas que ha trivializado el presidente es el movimiento feminista, y la lucha urgente para combatir la violencia contra las mujeres en todas sus formas.

A pesar de los crecientes números de feminicidios, de los datos de discriminación económica y laboral a las mujeres, del claro entorno de violencia intrafamiliar y social en aumento que aqueja a las mujeres, el presidente insiste en decir que es un movimiento neoliberal en su contra.

No conforme con desestimar la realidad que sufren las mujeres, un segmento que le dio muchos votos en 2018, ahora se encapricha nombrando a uno de los políticos más cuestionados de México como candidato a la gubernatura de Guerrero.

La resistencia contra este nombramiento ha hecho hasta lo imposible por hacerse oír, pero el presidente ha hecho hasta lo imposible por hacer oídos sordos, repitiendo una y otra vez que solo son acciones en su contra, que son los malos azuzando a las mujeres.

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Un último ejemplo es la pandemia. Desde su inicio, el presidente se dedicó a trivializar y sobresimplificar la crisis diciendo que no pasaba nada, que no era un tema importante. Cuando empezó a salirse de control, prefirió decir que la pandemia ya estaba domada.

Y ante los constantes errores en la estrategia de atención a la pandemia, en lo sanitario y lo económico, así como en el fallido proceso de vacunación, la respuesta del presidente sigue siendo trivializar el tema y decir que los que se quejan son solo los opositores.

La estrategia del presidente ha sido clara desde que tomó posesión. Evidentemente incapaz de gobernar al país, su salida ha sido minimizar cuanto tema se le ha puesto en frente. Trivializar lo que estamos viviendo diciendo que todo se trata de gente mala en contra de él, un presidente bueno.

Y es evidente que esta estrategia funciona. A la gente no le importan los datos, le dan pereza los argumentos. La gente, particularmente el votante duro de la 4T, quiere oír trivialidades; quiere sentir que ningún problema es tan grande como todo lo que se hizo en el pasado.

Para la base electoral del presidente, no importa si algo tiene sustento o no. No importa si hace daño al país o no. Lo que importa es que se alimente su sentido de revancha, después de tantos años de resentimiento.

El presidente sabe que no es un tema de que a México le vaya mejor. Es simplemente un tema de que a quienes él y su base consideran malos les vaya mal, aunque eso le afecte al país y, por ende, a su propia base.

Y no es casual su estrategia de sobresimplificar. En realidad, es muy congruente. Él necesita distraer para mantener su terreno. Para implantar su modelo de regreso al pasado. Y cuando el discurso trivializador empieza a ser insuficiente, siempre está la posibilidad de enconar para desestabilizar.

Con esta estrategia solo gana el presidente; pero esa victoria solamente es de corto plazo, mientras que el daño que hace al país es profundamente duradero.

O empezamos a entender mejor al presidente para poder hacer frente a sus embates contra el país, o nos vamos acostumbrando a que viviremos en estas condiciones durante muchos años.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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