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Carlos Elizondo: “Hasta ahora, AMLO ha podido resistir a sus errores garrafales”

El académico afirma que este gobierno ha tenido fallas clave en dos años, pero admite que su aprobación se mantiene alta porque la oposición es débil y un amplio sector cree en el presidente.
dom 14 marzo 2021 11:59 PM
Carlos Elizondo Mayer-Serra
Carlos Elizondo Mayer-Serra es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Su más reciente libro es 'Y mi palabra es la ley', sobre los dos primeros años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

A lo largo de dos años, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha cometido “errores garrafales” en campos como la seguridad pública, las exigencias del movimiento feminista o el manejo de la pandemia de COVID-19, y a pesar de ello el presidente conserva altos niveles de aprobación y Morena tiene probabilidades de retener la mayoría en la Cámara de Diputados, afirma el académico Carlos Elizondo Mayer-Serra.

Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Elizondo atribuye este hecho a tres factores: la falta de una oposición coordinada, la credibilidad con la que López Obrador cuenta entre un amplio sector de la población y la habilidad que ha tenido el mandatario para imponer su agenda desde las conferencias de prensa mañaneras.

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“Hasta ahora, lo que hemos visto es a un presidente bastante resistente a errores garrafales (...) Es muy difícil saber cuál será su Ayotzinapa. Hasta ahora, la pandemia no lo ha sido”, dice en entrevista, en referencia a cómo la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa marcó el declive del gobierno de Enrique Peña Nieto apenas en su segundo año de gestión.

Doctor en Ciencia Política, Elizondo acaba de publicar el libro Y mi palabra es la ley. AMLO en Palacio Nacional (editorial Debate), en el que hace un análisis del primer tercio del sexenio de López Obrador. En respuesta, en conferencias mañaneras recientes, el mandatario ha rechazado críticas a su administración e incluso ha catalogado a Elizondo como un intelectual “conservador”.

En un año electoral que marca la mitad de este sexenio, el académico advierte que, sin importar cuáles sean los resultados de los comicios del domingo 6 de junio, el presidente aún tendrá pendiente enfrentar los mismos problemas estructurales que ya afectaban al país cuando él asumió el poder.

En el libro, señala que el presidente tiene poco respeto por la ley e incluso busca cambiarla cuando no le gusta. ¿Cuál le parece el ejemplo más claro de esto?
El libro se llama Y mi palabra es la ley por eso, porque el presidente, desde que era jefe de gobierno, siempre ha dicho este argumento de que por arriba de la ley está la justicia. Lo dice a cada rato. Pongamos el caso de la Ley de la Industria Eléctrica. Él objeta que los privados tuvieron ganancias abusivas, no dice ilegales, sino que a él le parecen injustas. La forma en la que el presidente entiende el mundo es una lógica muy cristiana: hay lo bueno y lo mano y la ley viene después, es un instrumento que utiliza con mucha inteligencia.

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Cuando era oposición le encantaba una ley que le amarrara las manos al gobernante y que no pudiera opinar, y ahora que es gobierno quiere usar la mañanera como estrategia de campaña. Ha tenido el poder no solo de cambiar la ley, sino de influir en quienes la interpretan. En materia eléctrica, siempre estuvo en contra de la reforma de Peña Nieto, pero cuando llegó al gobierno decidió no cambiar la Constitución, sino usar los instrumentos regulatorios para hacer lo que de todos modos quería hacer. Canceló licitaciones, luego la Suprema Corte le puso un límite, y ahora, como tiene la facultad de cambiar la ley, la va a cambiar. Casi en cualquier acto de gobierno vemos a un presidente a quien, si le funciona la ley, bien, pero si no también, porque la interpreta a su manera y saca un reglamento.

¿Qué tan sólida es la coalición legislativa que ha permitido al presidente cambiar la ley con facilidad?
López Obrador, incluso, tiene más poder que el que tuvo el presidente en la época hegemónica del PRI. Uno, porque tiene una legitimidad electoral que no tenían aquellos. Dos, tiene credibilidad personal entre un amplio sector de la población. Tres, y es el más importante, Morena es su partido, su creación. López Obrador hace con él lo que quiere. Nos prometió que iba a sacar al Ejército de la seguridad pública, pero no solo no lo sacó, sino que lo metió hasta la cocina con el voto de Morena. Eso lo vuelve muy potente; le puede decir a los legisladores que no cambien una coma a la ley.

En año electoral, ¿eso se mantendrá?
¿Qué tan estable es esa coalición? Por el lado de Morena, es muy fuerte. Por el lado del PT y del PES, también, y el PVEM es un ejemplo de oportunismo extraordinario. Pero aun con aliados tan distintos, la influencia que AMLO tiene sobre ellos es muy fuerte. Primero, porque necesitan del apoyo de Morena y del presidente para poder competir en la elección intermedia y tener una votación que les mantenga sus privilegios. Segundo, porque hoy el presidente tiene recursos de investigación de posible lavado de dinero, un SAT muy fuerte y la prisión preventiva se permite en más crímenes, por lo que entonces hasta políticos de oposición votan con ellos porque de alguna forma los presionan. Todo eso se va a poner en juego.

Creo que el escenario más probable es que Morena gane la Cámara de Diputados, pero no la mayoría constitucional, y siga pudiendo legislar sin restricciones hasta el fin de sexenio sin poder cambiar la Constitución. También tendría 10 u 11 gobiernos estatales, pero no todos, y tendría descalabros en algunas presidenciales municipales.

Hay un escenario donde pierde la mayoría absoluta, la economía no repunta, la inseguridad se deteriora y Félix Salgado Macedonio es una lápida que les quita votos, pero es más probable el primer escenario”.

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¿Qué riesgo ve si Morena conserva la mayoría en la Cámara?
Primero, el presidente tendría el control del presupuesto y el control legislativo, pero ya no el control de la Constitución, que no es un cambio menor. Seguiría siendo un actor muy poderoso, aunque sabemos lo que pasaba en la época del PRI clásico: el presidente conservaba su poder hasta el año cinco y luego empezaba el declive.

Acerca de la pandemia, ha habido muchas críticas por cómo se ha manejado la crisis. ¿Cree que la pandemia será el Ayotzinapa de López Obrador?
La pandemia ha estado mal manejada, punto. Eso lo podemos decir, no tenemos que esperar a acumular otros 120,000 muertos. El presidente nos dijo que esto era un catarrito, no lo fue. López-Gatell nos dijo que el escenario catastrófico eran 60,000 muertos, ya llevamos casi 200,000. El presidente nos dijo que no se iban a saturar hospitales, pero la gente está muriendo en casa porque no tiene acceso a ellos. Las promesas de vacunación no se han cumplido. No sabemos si se vayan a poner al día.

La pregunta es si esto podría ser su Ayotzinapa... Por definición, son eventos que nadie anticipa. Cito en el libro que me reuní con un alto funcionario del peñismo después de Ayotzinapa y estaban muy tranquilos de lo bien que creían que lo habían manejado, y luego se volvió lo que se volvió. Entonces, no sabes por dónde va a saltar la liebre. El “ya chole” trae cierto arrastre, pero no sabemos cuánto vaya a durar. Salgado Macedonio, a lo mejor, es su Ayotzinapa, pero hasta ahora, lo que hemos visto es a un presidente bastante resistente a errores garrafales. El error que tuvo con el movimiento de mujeres parece que lo quiere revivir con su defensa a ultranza de Salgado Macedonio… Es muy difícil saber. El PRI todavía ganó la elección intermedia después de Ayotzinapa y la Casa Blanca. Nadie veía el desastre en el que iba a terminar el sexenio. Entonces, es muy difícil saber cuál será su Ayotzinapa. Hasta ahora, la pandemia no lo ha sido.

¿A qué atribuye esa resistencia, que la popularidad de López Obrador siga alta, entre 60% y 70%?
Es raro dados los pésimos resultados que ha tenido, pero se puede explicar por estos factores. Primero, la falta de oposición, no hay una voz clara y unificada que, como él en su momento, sea capaz de organizar a la oposición frente a los múltiples errores del gobierno. Dos, él tiene una credibilidad muy importante en un amplio sector. Tres, él lo hace muy bien, la mañanera ha sido un instrumento potente, hablamos casi todos los días de lo que dijo AMLO en la mañanera.

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Para cerrar, ¿qué retos ve para la llamada “cuarta transformación” en el resto del sexenio?
El lema de la 4T era la separación del poder político del económico, y esto va a ser muy difícil consolidarlo mientras no construya instituciones distintas. Eso depende de él. Los retos son de varios niveles. El primero grande es la vacunación. El presidente ha decidido monopolizar, no compartirla con nadie, no apoyarse en nadie, y hasta ahora va mal. Compraron tarde las vacunas, no compraron todas las mejores, y más allá de si tendrán las vacunas, centralizando como lo están haciendo a lo mejor no les sale. Eso sería un gran fracaso; si les sale, eso sería una gran carta para la elección.

Y también están los retos de todo gobierno: recuperar el crecimiento, la estrategia de seguridad, tener un sistema de salud como el de Dinamarca como él lo prometió… Eso se va a ir acumulando en la segunda mitad de la administración, para bien o para mal. Si bien es un mago para culpar al pasado, y lo sigue culpando a dos años, ya en el año cuatro o cinco se vuelve más complicado. Además, gobernar es administrar sorpresas. Ayotzinapa fue una sorpresa, nadie lo hubiera podido anticipar. ¿Qué sorpresas tendrá el presidente? No lo sé. Salgado Macedonio es una sorpresa que está mal administrando, y es el tipo de cosas que a veces descarrilan un gobierno.

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