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Rigor y autonomía: columnas de la fiscalización pública

La autonomía de la fiscalización debe ser patrimonio de la República y como tal debe ser defendida de los esfuerzos encaminados a cuestionarla, erosionarla o menoscabarla.
mar 02 marzo 2021 06:20 AM
Larga auditoría
La importancia de la fiscalización reside en su credibilidad, algo que no debe ser atacado.

El ejercicio de la fiscalización metódica del gasto público es todo menos sencillo, requiere de una serie de pasos y protocolos de variable complejidad técnica, inscritos a su vez en un entramado jurídico que estipula las fases que comprende el proceso en general y cómo se desahogan cada una de ellas.

Nuestro diseño institucional dispone una Auditoría Superior a nivel federal y sus correlatos estatales, encargados de la revisión del gasto, la presentación de sus observaciones y, en su caso, recomendar las sanciones respectivas si no pudiesen solventarse en tiempo y forma. Este proceso se realiza año con año y no es novedad la notoriedad política que alcanzan sus dictámenes, ni las tomas de postura de lo actores políticos frente a los mismos; estas posturas mutan dependiendo del año y de su posición como oposición o gobierno. Un lector con mediano alcance de memoria puede percibir lo veleidoso de tales juicios.

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Toda vez que este proceso es de interés público y por tanto inherentemente político, se vuelve indispensable que los dictámenes a discusión se deriven de un proceso con rigor técnico indiscutible, para que las partes aludidas puedan compulsar sus objeciones contra lo que hasta ese momento son observaciones y solicitudes de aclaración.

En la ópera es común (y penoso) ver que entusiastas ocasionales del Bel Canto se equivoquen aplaudiendo antes del fin de cada acto, en la presentación de informes de resultado de fiscalización ocurre similar fenómeno. De hecho, también es frecuente observar su ensimismamiento con el aria favorita y que no aprecien la obra en su integridad, esto ocurrió con el caso de la polémica auditoría de desempeño al Aeropuerto de Texcoco, que opacó un amplio informe que presenta estimaciones preocupantes en muchas más áreas y programas.

Esta columna se lee un día después de la comparecencia del auditor, David Colmenares, ante la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados, tras de la cual tendremos un poco más de información sobre lo ocurrido y la naturaleza de los errores de estimación, si es que efectivamente los hubo. Pero una vez que se haya asentado el polvo y la estridencia, persistirán cuestiones trascendentales a ser discutidas, la mayoría de ellas se enumeran de forma sucinta en los “Quince puntos para mejorar la fiscalización del gasto público en México”; prontuario recién presentado por la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del TEC, Transparencia Mexicana y México Evalúa.

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Si queremos que la calidad de nuestra fiscalización del gasto se encuentre al nivel que las circunstancias demandan debemos, a recomendación de los expertos, considerar por lo menos cuatro áreas clave:

  1. Que los órganos de fiscalización superior preserven y fortalezcan su independencia política.
  2. Que los criterios de trasparencia y efectividad de la fiscalización superior sean reforzado.
  3. Que los efectos de la fiscalización superior sobre el combate a la corrupción y a la impunidad sean más significativos.
  4. Que el proceso de fiscalización tenga un impacto mas palpable en las decisiones presupuestarias.

Previamente, en octubre de 2020, la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del TEC y México Evalúa, habrían presentado un valioso aporte para esta discusión: La Auditoría Superior de la Federación y la Fiscalización Superior en tiempos de mayorías, donde se advierten una serie de aspectos preocupantes como que el universo de recuperación de los daños patrimoniales apenas llega al 12% y que de las 1004 denuncias hechas a lo largo de la historia de la institución, menos del 4% han causado sentencia. Toda vez que el combate dual a la corrupción y a la impunidad implica una secuencia de fases y responsables, estos datos deben llamar la atención del Sistema Nacional Anticorrupción para desentrañar las razones de estos números y encontrar juntos una solución a la expectativa ciudadana.

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Ha costado mucho tiempo, esfuerzo y reformas dotar a la fiscalización pública de la autonomía necesaria para que pueda desplegar su rigor metodológico con eficiencia y eficacia sobre el gasto de los recursos de todos; esta autonomía es patrimonio de la República y como tal debe ser defendida de los esfuerzos encaminados a cuestionarla, erosionarla o menoscabarla.

Llegado el momento, las y los auditores de la Federación y los estados deben encontrarse resueltos a defenderla con el aplomo suficiente para heredar dicho patrimonio a su sucesor o sucesora. La autonomía por lo tanto no solo se ejerce por el goce que permite conducir los asuntos confiados a la Auditoría ajenos a presiones, apetitos o directrices de los actores políticos, sino cuando resulta menester salir a defenderla.

Llegado el momento, queda recordar lo que nos dicta Martin Luther King: “El verdadero tamaño de los hombres [o mujeres] no depende de donde se ubican en momentos de confort y conveniencia, sino donde se plantan en tiempos de reto y controversia”.

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Nota del editor: el autor es politólogo, integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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