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#ColumnaInvitada | Falso dilema

Aquella persona que tanto dijo luchar por evitar que un grupo o mafia concentrara excesivas atribuciones, ahora está dispuesta a que todo se haga en torno a su propia individualidad.
mié 20 enero 2021 11:00 AM
órganos autónomos
El presidente va por la concentración de poder.

Durante más de 20 años el actual Presidente pidió en repetidas ocasiones –tres para ser exactos– el visto bueno del electorado para ejercer liderazgo y brindar soluciones a la población. Al tercer intento, y en una coyuntura de enorme rechazo y ofensa ante la rapacidad mostrada por el dueto Videgaray-Peña Nieto, logró finalmente su cometido el 1 julio de 2018. No obstante que muchos vimos un gran riesgo desde el origen, deseamos por muchos meses que hubiera éxito en la administración que tomó formalmente el poder el 1 de diciembre de 2018.

Así pasamos el umbral de dos años de la administración, lo que nos da ya un fiel reflejo de las capacidades, planes, intenciones, agenda, motivaciones y resultados de la auto-llamada 4T. Para sorpresa de no pocos, y para desgracia de todos, el saldo es abiertamente negativo pues no hay un solo indicativo que muestre algún rasgo de que las cosas en el país vayan bien o que puedan mejorar en el corto, mediano o largo plazo.

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Y es que se ha abierto un abismo irreconciliable entre lo que fue el diagnóstico del país, lo que se prometió en campaña y lo que ha sido la realidad en la administración del actual Presidente. Aquella esperanza de que un gobierno de izquierda buscaría por todos los medios posibles actuar con gran rectitud, con abandono de prácticas corruptas, con apego al Estado de Derecho, apartándose de la militarización, enfatizando la consolidación de derechos e instituciones, y en general buscando que con transparencia y rendición de cuentas se lograran los tan esperados resultados para favorecer a los más desprotegidos, nada más no se ha propiciado o logrado. De hecho exactamente lo contrario es lo cierto.

En su lugar, hemos visto con gran preocupación cómo gradual, pero claramente, se descubre un perverso y fétido plan de desmantelamiento de los pesos y contrapesos, de las instituciones autónomas, de la civilidad en el servicio público, de la división de poderes, y en general de cualquier cosa que obstaculice el creciente nivel de concentración de poder en torno a la propia figura del Presidente. Aquella persona que tanto dijo luchar por evitar que un grupo o mafia concentrara excesivas atribuciones, ahora está dispuesta y fomentando que se haga tal sumatoria en torno a su propia individualidad. Incluso, los perfiles más corruptos y despreciables son ahora aliados del titular del Ejecutivo simplemente por ser sus incondicionales.

Y el problema no es solamente de coyuntura, sino estructural. Como todo en la vida, construir derechos y obligaciones lleva tiempo y esfuerzo, puesto que cada ladrillo debe colocarse con sumo cuidado para lograr equilibrio y solidez. En cambio, sacar la bola de hierro para derribar todo lo que esté a su paso es fácil, y lo que tanto esfuerzo costó enderezar puede desvanecerse con asombrosa sencillez y rapidez.

Llama poderosamente la atención cómo, en este proceso de derribo institucional, haya habido tan baja defensa para evitar lo que es a todas luces el plan a cargo de un incendiario, frente al cual los "bomberos" opositores han sido omisos y casi inexistentes. Pero esa perversidad con la que opera el actual mandatario no es ya ocultable o disfrazable. Aún muchos de los muy cercanos al poder ejecutivo actual empiezan a cuestionar si esta agenda es una con la cual puedan simpatizar, habida cuenta de que en los cánones de la izquierda el atropello a derechos y la reducción de libertades no es compatible.

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Ante tal devastación evidente, y con un retraso inexplicable, finalmente se ha dado paso a una creciente tendencia entre intelectuales, políticos, periodistas, catedráticos, e incluso población en general, para determinar si hay alguna explicación lógica sobre lo que el gobierno federal ha venido haciendo, y así determinar si es que existe alguna justificación posible de lo que sucede. Pero ya dicho diferendo es insostenible cuando la evidencia es avasalladora en el sentido de que lo que se está derrumbando frente a nosotros no es producto de una coyuntura adversa o infortunio. No. Es parte de un plan perfectamente estructurado de cómo transformar al país en un sistema piramidal, sin balances, y con una clara finalidad de ejercer poder desde la cúspide sin mesura o control alguno.

El ejercicio mediático diario ha propiciado un fenómeno de control de la agenda, uno en el cual a base de un par de horas de dichos y ocurrencias se satura la discusión en muchas cuestiones intrascendentes (y otras no tanto) porque se generan enormes distractores mientras por debajo (y cada vez más a plena luz pública) se utiliza la bola de hierro con gran precisión y apurado funcionamiento.

El fenómeno destructivo es tan inherente a la estrategia de gobierno que ello explica que al arranque de la pandemia sanitaria se haya expresado que el tema les haya venido como "anillo al dedo". Así lo ven porque de repente la máquina de derribo recibió un impulso inesperado al crecer la mortandad de personas y negocios. Ni mandado a hacer el tener esta excusa de pauperización con la ayuda de la naturaleza. Así se congratulan en medio de la mayor crisis en 100 años.

Tan sólo va la primera quincena de este año y los problemas en el país no solo no se amagan, sino que se incrementan. Manipulación política en el programa de vacunación, ataque directo a órganos constitucionales autónomos, e incluso ahora un proyectil artero a la relación con EUA desacreditando a las investigaciones de la DEA con la divulgación pública del expediente en contra del General Cienfuegos.

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Por todo esto no podemos caer ante la provocación inútil respecto a si Morena merece algún remanente de confianza en las elecciones del 6 de junio de 2021. ¿Cómo confiar en una fuerza política que es capaz de dar soporte a la devastación e incendio del país?

No ahora. No nunca. Ni un voto para quienes minan los cimientos de México. La ciudadanía no debe caer en el falso dilema que nos quieren presentar sobre si seguir apoyando a quienes gobiernan hoy por parte del partido del Presidente merecen una nueva oportunidad. Son una horda de criminales que habrán de pagar por sus fechorías, incluyendo el juicio histórico por la estela de muerte a su paso (salud, economía e inseguridad).

Por ello, ahora en los comicios de medio año en 2021, la determinación ciudadana debe ser clara en botar a todos los que desafiaron la confianza y en concreto retomar en nuevas manos el control de la Cámara de Diputados para reasignar el presupuesto federal y reencauzar los fondos del pueblo donde realmente se requieren y no en la consecución de los caprichos que solamente destruyen las expectativas reales de mejora en el país. @VaPorMéxico @SíPorMéxico

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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