Los mexicanos somos esencial y culturalmente corruptos
Esta falacia además de insultante es frágil. A pesar de que desde hace tiempo sabemos que ciertas sociedades son más permisivas que otras, el estudio comparado de la corrupción nos muestra que la percepción sobre lo que es o no corrupto varía entre países, así como la respectiva recriminación social sobre estas conductas anómalas. Pero la variación mas importante es la diferencia entre aquellos países con instituciones fuertes y estado de derecho solidos y aquellos otros en los que vivimos la mayoría de la población.
La corrupción como un asunto fundamentalmente moral
Otro grave sofisma secuestra la discusión seria sobre corrupción y la lleva a los peligrosos parajes de la moralidad, degenerando al tiempo en moralina. Aunque funcionarios, ciudadanos y empresarios con valores claros y principios inconmovibles son la columna vertebral de sociedades civilizadas, resulta evidente que las prácticas corruptas obedecen a un balance entre incentivos, oportunidad e impunidad; alterar ese balance permite combatir eficazmente la corrupción, esa a la que los rosarios moralinos no le hacen ni cosquillas.
Píos vs impíos
Este sofisma se asocia cercanamente con el anterior, puesto que, habiéndose establecido la corrupción como un problema moral, solo falta que el moralista en turno asigne un criterio presuntamente inflexible para señalar a los impíos corruptores; por otra parte, los pios, o aquellos señalados como tales por el dedo flamígero y veleidoso del inquisidor, no necesitan encontrar el perdón porque ni siquiera han cometido pecado, aunque la conducta fuera la misma. Parafraseando a Sartre: “el infierno son los otros”, aunque cabe decir que el último conjunto en el que podría inscribirse este filosofo es entre los moralinos.