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#BuróParlamentario | La inútil glosa del informe presidencial

Apuesto a que muy pocos saben que el Senado ha llevado a cabo la glosa completa del informe y que en la Cámara de Diputados ya se desahogó el rubro de política económica.
lun 21 septiembre 2020 06:00 AM
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Semana de sesiones por la glosa del informe en ambas Cámaras.

Entre la primera y la segunda semana de septiembre, los órganos de gobierno de ambas cámaras federales en México acordaron las fechas y formatos para llevar a cabo la glosa del informe presidencial.

Por muchos años, el informe de gobierno se vendió como “el día del presidente”. Una tradición que dejó entrañables episodios en nuestra historia nacional como las siete horas y media que le tomó a Abelardo L. Rodríguez leer su mensaje a la nación; las lágrimas que la crisis económica arrancó de los histriónicos ojos de José López Portillo en 1982; o los 3,000 invitados de Luis Echeverría haciendo fila, ansiosos por adular al máximo líder político de la nación.

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Ante el ascenso de la oposición, y como antesala a los gobiernos sin mayoría, en julio de 1994 se aprobó una reforma para cambiar aquel formato faraónico del informe presidencial. Dichas modificaciones plantearon que antes de que el Presidente de la República acudiera a presentar su informe en la apertura del primer periodo de sesiones de cada año legislativo, un integrante de cada una de las bancadas del Congreso podría hacer uso de la palabra hasta por 15 minutos. Con esto, los legisladores no podrían interrumpir el mensaje del Ejecutivo una vez que éste hubiera iniciado. Asimismo, se les dio a las cámaras la atribución expresa de estudiar el informe presidencial dividendo su análisis en temas de política interior, económica, social y exterior. Y el resultado de dicho estudio se enviaría en sus versiones estenográficas a la oficina del Ejecutivo.

Posteriormente, el 15 de agosto de 2008 se publicó una reforma que eliminaba la obligación del Presidente de asistir físicamente a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso General, pero se mantenía su responsabilidad de presentar un informe anual escrito ante la soberanía parlamentaria. De igual modo, se les concedió a los órganos del congreso la facultad para solicitar por escrito al Ejecutivo, la ampliación del informe, así como la posibilidad de citar secretarios de Estado y titulares de entidades paraestatales a comparecer bajo protesta de decir verdad.

Ante el fin del presidencialismo, la negociación de diversas reformas al formato del informe y con el ascenso de una nueva fuerza política con mayoría en el Congreso a partir de 2018, cabe preguntarse ¿qué utilidad tiene esta institución el día de hoy?

Para empezar a responder, apuesto doble contra sencillo a que muy pocos de quienes leen esta columna saben que el Senado de la República ha llevado a cabo la glosa completa del informe. Y que en la Cámara de Diputados ya se desahogó el rubro de política económica, faltando por analizar esta semana los temas de política social y exterior.

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El escaso seguimiento que se le ha dado a este ejercicio desde que sufrió sus últimas reformas, se debe en buena medida, a su falta de impacto en términos de política pública y de modificación en las percepciones ciudadanas. La glosa del informe resulta tan irrelevante que el mismo presidente se tomó más de cuatro meses para proporcionar a la Cámara la información que le requirieron los legisladores a raíz de su informe presentado en septiembre de 2019.

A diferencia de lo que se podría creer, el informe de gobierno no es motivo de celebración para el presidente. Al contrario, esta institución nació como un mecanismo de control Legislativo en el siglo XVIII.

En varios países, cuando el jefe del Ejecutivo se presenta ante el congreso, lo hace para recibir críticas, responder cuestionamientos sobre sus decisiones y de vez en cuando, salvarles el pellejo a algunos miembros de su gabinete. Incluso hay sistemas presidenciales latinoamericanos como El Salvador, donde los legisladores contraargumentan y debaten, durante varios días, con el presidente y los ministros de cada sector sobre los resultados de su gestión en el último año.

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Además del escaso conocimiento que se tiene sobre las facultades de los congresistas, una de las razones por las cuales diputados y senadores aparecen sistemáticamente en el sótano de la confianza de los mexicanos, se debe precisamente a que la función de control que debería ejercitar el congreso sobre el gobierno, ha sido poco ejercitada en nuestro país.

Qué pasaría si por ejemplo, el presidente se tuviera que presentar cada año y encarar los cuestionamientos de los congresistas al presentar su informe; qué pasaría si los legisladores (y no un grupo de exsecretarios) plantearan programas de gobierno alternativos, presentando fundamentos en la discusión pública para superar las actuales condiciones de crisis sanitaria; qué pasaría si diputados y senadores (y no gobernadores disidentes) le presentaran al presidente un nuevo pacto federal mientras replican su política fiscal. Creo que la respuesta es sencilla: sabríamos que los legisladores sirven también para contener al poder del gobierno, para perfeccionarlo y para representar a quienes no creemos que el país lleve vaya por el mejor rumbo.

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Nota: Sergio A. Barcena es doctor en Ciencia Política por la UNAM. Especialista en Poder Legislativo. Investigador del Tec de Monterrey y director de la asociación Buro Parlamentario.

Buró Parlamentario es una asociación civil que busca vigilar al Poder Legislativo promoviendo una ciudadanía informada, activa y participativa.

Twitter: @BuroParlamento

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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