No dudo que detrás de estas ideas haya buenas intenciones. Aun así, no es correcto que los ricos quieran “adoptar pobres” por tres razones.
Primero, la “adopción” de pobres es paternalista porque asume que los pobres son víctimas de una situación que no podrán cambiar más que con la generosidad filatrópica de los ricos. Esto es falso.
En una sociedad democrática, los pobres deberían ser capaces de demandar con fuerza y voz propia que el estado provea de servicios públicos, programas sociales, apoyos, transferencias y subsidios que les den oportunidades y les permitan una vida digna. Independientemente de la generosidad de ricos o políticos, todo mexicano debe tener una vida digna.
Segundo, la “adopción” es una política superficial que no resuelve el problema de raíz y por ello resulta contraproducente. La pobreza existe por condiciones estructurales que deben atenderse y que no se resuelven con la adopción. La adopción resuelve los problemas más inmediatos de los pobres. Sin embargo, no asegura que se creen condiciones para que deje de existir los pobres en el futuro, ni para que los pobres dejen de serlo cuando el adoptante retire su apoyo.