La clase media y alta supone que el electorado tiene la barra baja por la manipulación de “López” y sus “dádivas” (aka programas sociales). Esta suposición es falsa. Y es importante entender por qué.
La mayoría de las veces, lo que llamamos “clientelismo” es en realidad una acción mutuamente aceptada entre políticos y votantes. Los votantes aceptan esta forma de hacer política porque no tienen confianza en una agenda abstracta de política pública los ayude, y porque tienen necesidades apremiantes que resolver.
Así, ante la urgente necesidad de, por ejemplo, cemento y lámina, las demandas de las comunidades se vuelven esas. De hecho, los candidatos de todos los partidos saben que, si llegan a una comunidad sin conocer a los líderes locales, y prometiendo como su agenda solo “política pública” y “cambios de ley”, la gente más bien se ríe de ellos. Al respecto, vale la pena leer el trabajo de Antonio Álvarez.
Esto no quiere decir que las personas quieran lamina y cemento solo para ellos, de forma individual. De hecho, hay evidencia de que los votantes ven mal cuando se les dan cosas de forma directa y prefieren que se otorguen cosas a la comunidad en su conjunto, o al grupo que los representa. Los intercambios son comunitarios, y en muchos casos, basados en la confianza que se tiene en líderes y intermediarios locales.
Es por ello que es falso asumir que el pueblo es ignorante y manipulado. En realidad, el votante sabe lo que quiere, el problema es que se encuentran en situaciones en las que, incluso cambios mínimos, como recibir una lámina o cemento, mejoran enormemente sus condiciones.
La barra esta tan baja porque tenemos un país experto en cultivar expectativas bajas en todo.