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Carta a las élites

Si crees que todo el que votó por AMLO, si es inteligente ya se arrepintió, y si es “ignorante” sigue con él porque les da dinero, por favor, lee esta columna.
lun 18 mayo 2020 11:59 PM
AMLO
"El discurso de AMLO hace mucho sentido ante la precariedad que creó nuestro modelo económico", escribe Viri Ríos.

La política es un juego de narrativas. Distintos bandos, organizados en partidos o grupo de presión, interpretan la realidad como mejor pueden y tratan de convencer a otros de que su forma de ver las cosas es acertada y benéfica para la mayoría.

De todas las narrativas política creadas en la historia democrática de nuestro país, nunca alguna tuvo mayor impacto que la de AMLO. Ello se debe, no tanto al slogan en sí mismo (muy similar a los usados en 2006 y 2012) sino a que él, como candidato y político, se permitió crecer.

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Hacer cosas que le resultaban incómodas, pero que eran imprescindibles para crear puentes. Usó trajes, visitó a grupos empresariales, les habló a grupos con los que no hablaba. Ajustó su lenguaje y sonrió. Sumó.

En retrospectiva, es claro que el PAN también cambió para ganar en el 2000. El partido le dio la candidatura a Fox a pesar de querían dársela a un panista de abolengo.

Los únicos que no cambian y se rehúsan a hacerlo son las clases altas mexicanas. Y ello debe cambiar si queremos salvar la democracia de la polarización y fractura que tanto nos afecta.

Las clases altas, que se llaman a sí mismos “clase media” porque no consumen como ultra-ricos, acusan a AMLO de obstinado (con razón), pero son más obstinados que AMLO mismo.

En su obstinación han comenzado a gestar una nueva narrativa según la cual AMLO quiere empobrecer a todos para consolidar su poder. Creen que toda persona que votó por él, si es inteligente ya se arrepintió, y si es “ignorante” sigue con él porque les da dinero. Leen múltiples columnas de opinión, todas diciendo más o menos lo mismo, y llegando a la conclusión de que AMLO es malo.

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Lo malo es que no es así. AMLO reparte menos dinero del que se repartía en 2016, y repartirá menos en 2021 que en 2020. Además, en medio de una pandemia y una crisis económica sin precedentes, AMLO todavía ganaría la presidencia y Morena el congreso. El presidente tiene 10 puntos más de aprobación que Calderón durante la crisis del 2009. Es decir, la gente cree que Calderón es más malo que AMLO.

Es momento de entrar en cordura. Si no queremos que la democracia se fragmente y debilite, las élites deben permitirse crecer. Como lo hizo AMLO en 2018, deben atreverse a hacer cosas que nunca han hecho.

La primera es entender por qué la gente prefiere a AMLO y no a las opciones de las élites. Lo prefieren porque las alternativas no dicen las verdades que AMLO dice. El discurso de AMLO hace mucho sentido ante la precariedad que creó nuestro modelo económico. La desigualdad, la falta de movilidad, los privilegios heredados, contra todo eso dice ir AMLO y contra todo eso debe ir quien quiera competir con él. Si no pueden ir contra ello porque tienen cola que les pisen, no tienen futuro político y deben abrir paso a quien sí.

Es momento de que las élites pierdan sus privilegios y muestren que saben dar más. No que saben dar lo que les sobra. O que dan cuando les va bien. Que saben dar aunque les vaya mal y dar más a quienes más lo necesitan. No es momento de ser codo si se quiere salvar la democracia.

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La segunda es que deben dejar de pensar que demostrar la incompetencia de AMLO hará que las personas dejen de votar por él. El voto no se trata de quién está gobernando sino de qué tanto mejor se puede estar con otro gobernante. El que las élites sigan hablando mal de AMLO sin proponer alternativa no habla mal de AMLO, sino de las élites mismas.

Es momento de crecer. La élite debe dejar de recurrir a los mismos economistas que los han asesorados siempre porque claramente las ideas que les han dado no han sido atractivas para nadie. Deben dejar de tener eventos donde solo hablen los de siempre, los mismos hombres, viejos y ricos, y donde, solo recientemente, suben a una mujer como ponente, siempre y cuando ella esté de acuerdo con los hombres. Más importante, deben encontrar aliados que no sean los mismos, que no les digan lo que quieren oír, y que no tachen de “ideologizados” a los que piensan distinto.

Mi ejemplo favorito es lo que pasó al inicio de la pandemia cuando muchos grupos políticos organizados presentaron sus propuestas. Nadie notó que algunas peticiones del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) eran similares a las hechas por la CNTE. Salvo llamados locos de ambos bandos (por un lado a dejar de fiscalizar y por el otro a expropiar) ambos tenían cosas en común. Ni cuenta se dieron porque no se hablan.

AMLO es fruto del país que crearon las élites mismas. Es una persona con título universitario, pero sin conocimientos técnicos porque nuestro sistema educativo es vergonzoso, es un político de partido propio y mayoritario porque así definimos las reglas electorales, es una persona rodeada de halagadores porque así se hacen regularmente los negocios en México.

En una democracia, debemos estar listos para que llegue el ciudadano promedio al poder. Y pues, AMLO es eso. Un hombre promedio. Si las clases altas quieren otra cosa, se deberá arreglar al país de raíz.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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