El INE, antes llamado Instituto Federal Electoral (IFE), surgió a partir de un problema muy similar al que se vive hoy en Bolivia con Evo Morales: un fraude electoral. En ambos países, mientras se contaban en vivo y en tiempo real los votos de la elección presidencial, se “cayó el sistema” de cómputo y, cuando se terminó el conteo, “milagrosamente” el partido en el poder había ganado mucha ventaja. En Bolivia, el beneficiado fue Evo Morales, en México fue Carlos Salinas.
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Ambos países reaccionaron de forma muy distinta. Mientras que en Bolivia, el fraude electoral de 2019 culminó en un golpe de estado, en el México de 1988, culminó en reformas constitucionales que eliminaron la Comisión Federal Electoral (CFE) y constituyeron el IFE.
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La CFE no funcionaba porque, entre otros aspectos, dependía directamente del presidente por medio de la Secretaría de Gobernación. El IFE, por su parte, operó hasta 1994 teniendo como presidente al secretario de Gobernación, y a partir de 1996 con un “consejero presidente” elegido por el congreso. El primero fue Alonso Lujambio.
El INE es una fibra muy sensible porque se considera que, su antecesor, el IFE fue instrumental para la democratización mexicana porque a partir de 1997, el PRI perdió la mayoría absoluta en el Congreso, y en 2000 la presidencia, algo que con las reglas del CFE quizá no habría sido posible.