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Morena... ¿el nuevo PRI o PRD?

Morena está hoy en su máximo posible, pero debe construirse en una verdadera institución y poner orden en su estructura, si no lo hace será otro PRD, advierte Don Porfirio Salinas.
lun 19 agosto 2019 10:30 AM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

Desde el proceso electoral de 2018, cada vez más analistas y opinólogos sostienen que Morena se convertirá en el nuevo PRI, en el nuevo partido hegemónico. Pero pocos parecen entender lo que fue el PRI, cómo construyó su hegemonía, y lo que le permitió mantenerse vigente tantas décadas.

Si uno se adentra en los procesos de creación y consolidación de los partidos políticos mexicanos, encontrará que Morena tiene muchas más similitudes con el PRD que con el PRI.

El PRI se creó en circunstancias muy distintas a las actuales, de profunda pulverización de la sociedad por el proceso revolucionario. En un país con gran fragilidad económica, política y social.

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Fue creado desde el poder para aglutinar a los diversos actores de esa fracturada sociedad, darle cauce a sus tan disímbolas demandas, y así tratar de unificar al país para darle viabilidad.

Por eso el partido fue organizado en sectores, representativos de los principales grupos sociales: militar, campesino (CNC) y obrero (CTM). Así, también se incluía a los muchos liderazgos que participaron en la creación del partido, y a los que fueron surgiendo desde entonces.

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Para darle solidez, el PRI fue creando institucionalidad hacia su interior, generando una estructura partidista bien planeada, que permitiera eficientar su operación y darle cabida a los diferentes grupos que convivían dentro del partido.

Se organizó alrededor de agendas y causas, que reflejaban las necesidades y demandas sociales y de las corrientes internas. El PRI entendía que para gobernar al país, necesitaba de toda la sociedad.

Así, desde el gobierno se crearon instituciones sólidas que atendieran esas demandas sociales, y consolidaran la unidad nacional, refrendando al partido como conducto de la gente con el poder".

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Ante el caos, el PRI trató de generar una visión de país. Y se fue adelantando a sus tiempos para transitar de gobiernos militares a gobiernos civiles de manera pacífica. Por eso se elimina el sector militar y en 1943 se crea el sector popular, representado por la CNOP.

El PRI era, en sí mismo, un fac La economía y los otros datos tor de poder con el que sus propios gobiernos debían negociar si querían tener éxito. El partido era el que acercaba o alejaba a las bases sociales de sus gobernantes.

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Se desarrolló toda una serie de códigos de conducta, de principios rectores y valores compartidos; protocolos sofisticados que definieron y cohesionaron al partido y al sistema político mexicano.

En contraste, el PRD se creó a partir de un caudillo que emanó de una disruptiva escisión del PRI, que se volcó contra el sistema aprovechando a los partidos minoritarios de izquierda.

Cárdenas trata de unir en su movimiento a reconocidos personajes de izquierda con priistas dolidos, para formar el Frente Democrático Nacional y competir por la Presidencia de la República".

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Pasada la polémica elección de 1988, se funda el PRD gracias a la cesión de registro del Partido Socialista Mexicano (PSM), que desde 1987 sumaba a los partidos más emblemáticos de la izquierda.

Esa izquierda caracterizada por su poca capacidad de unión y organización, situación que aprovechó Cárdenas para aglutinarlos en el PRD, que nació con esos vicios de tribus y confrontaciones.

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El PRD logró convertirse en la tercera fuerza política del país. Fue ganando espacios, aunque a mucho menor ritmo que el PAN, hasta ganar la Ciudad de México en 1997".

Una vez al frente de la capital del país, lejos de una consolidación institucional, el PRD decidió replicar el modelo hegemónico a nivel local, monopolizando la Asamblea Legislativa y las entonces Delegaciones, usándolas como cotos de poder.

Mantuvo el modelo de tribus, generando crisis al interior del partido y provocando salidas de liderazgos, como el propio López Obrador, que fueron tomando cobijo en otros partidos.

Finalmente, en el sexenio de Peña, Los Chuchos logran dinamitar al PRD, recibiendo importantes prebendas del gobierno federal a través del Pacto por México, y llevando al PRD a su peor elección en 2018, marcando el inicio de su desaparición a sólo 30 años de creación.

El PRI también se dinamita con Peña, quien violó todos esos códigos y principios que tuvieron desde su creación, marginó a los grupos contrarios, e impuso la voluntad del Presidente sobre el partido.

En este contexto nace Morena, alrededor de un liderazgo unipersonal que renunció al PRD y usó las bases de los debilitados partidos de izquierda, junto con bases rebeldes del PRI y personajes dolidos del PAN. Sin agendas, sin causas, sólo con la guía de su caudillo.

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Si uno ve la estructura de Morena y sus documentos básicos, es notorio que no hay un orden ni una institucionalidad. Sólo el afán de aglutinar por llegar al poder.

El PRI, como decíamos, se creó desde el poder con una visión de mediano y largo plazo. Morena, como el PRD, se crea desde la rebeldía, sin visión institucional".

Hoy Morena no puede ni conducir bien su primer proceso de cambio de dirigencia nacional. Los grupos internos están en abierta confrontación, sin agendas, sin propuestas programáticas.

Pero sí es posible que López Obrador busque replicar al PRI. A ese PRI que vivió, el rijoso y disidente. El que entró en crisis en los 70 y 80, el de la confrontación y la escisión, no el de Reyes Heroles. El PRI que terminó refugiado en el PRD. Esa es la versión del PRI que conoce AMLO.

Él no vivió el PRI de recomposición que lideró en su momento Salinas desde el poder junto con Colosio, y que Zedillo destruyó. Y mucho menos le tocó el PRI de Beatriz Paredes de reunificación y revitalización, que enterró después Peña.

Morena está hoy en su climax, en su máximo posible. Si no entiende que para lograr permanencia debe construirse en una verdadera institución y poner orden en su estructura, su destino será el de otro PRD que se desvanecerá en cuanto falte el caudillo.

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