El periodismo es una forma de pedagogía cívica. Primero, conforme a la concepción tradicional de “publicar lo que alguien no quiere que se sepa” (Orwell) porque, al hacerlo, saca a la luz información de interés público que permanecía oculta. Ilumina, revela. Y segundo, porque aporta elementos para organizar las noticias, para permitir a las audiencias no sólo enterarse de hechos sino, a su vez, dotarlos de sentido. Discernir, entender. El periodismo educa porque informa, pero también porque explica.
Si sobre algo nos ha educado el periodismo mexicano durante los últimos años es sobre la corrupción. Sobre cómo es un problema que no puede comprenderse bien si se limita estrictamente a la esfera de la moralidad. Sobre cómo no es un tema sólo de personas, sino también de entramados y mecanismos. Y sobre cómo la forma en que pensamos la corrupción y hablamos de ella en los medios de comunicación puede hacer mucha diferencia, por ejemplo, en términos de normalizarla o desnaturalizarla.