Dice Quintana que “muchos quisieran que al gobierno de López Obrador le fuera mal. Incluso muy mal”. ¿Muchos? ¿Cuántos? Porque las encuestas muestran que el presidente mantiene niveles de popularidad muy altos –la más reciente de Reforma registra que 70% aprueba su gestión y 29% la desaprueba. Perdón, pero 29 de cada 100 no son muchos.
Además, estar en desacuerdo con un gobierno es muy diferente a desear su ruina. Quizás haya algunos para los que sea lo mismo, en efecto, porque el antilopezobradorismo puede llegar a ser igual o hasta más dogmático y sectario que su opuesto, el llamado “obradorismo religioso” . De ahí a asumir que todos los que no aprueban a López Obrador quieren que le vaya mal, sin embargo, hay un trecho demasiado largo. ¿Serán acaso un cuarto, la mitad, dos terceras partes de ese 29%? Sean los que sean, insisto, no son, honestamente no se puede sostener que sean, “muchos”.
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Añade Quintana que “lo más interesante del caso es que muchos de los críticos más furibundos contra AMLO también lo fueron contra Peña” y, al serlo, “contribuyeron de modo muy generoso al desastre en la opinión pública de la administración anterior [...] a ponerle la mesa a López Obrador. Y hoy, ni cargo de conciencia tienen”. No coincido.
Primero, porque dudo que esos “furibundos” hayan ejercido entonces, o ejerzan ahora, semejante influencia. Segundo, porque el desastre en la opinión pública del gobierno de Peña fue, más bien, un producto lógico de los fiascos del gobierno de Peña. ¿O es que Ayotzinapa, la Casa Blanca, el repunte de la violencia a partir de 2015, Tlatlaya, la estafa maestra o el gasolinazo, por ejemplo, no merecían ser los grandes escándalos que fueron? Y tercero, porque ese cálculo de mejor no criticar tanto a los malos para no hacerle el caldo gordo a los peores es incompatible con un principio básico del periodismo: hay que decir la verdad y que se averguence el diablo ( Walter Lippman ). La misión de la prensa es informar con veracidad a sus audiencias, no cuidarle las espaldas a un grupo político con tal de no beneficiar a otro.