Con una foto de su esposo sobre el regazo, Delmis recuerda lo que ha enfrentado en su búsqueda de justicia.
Migró con su marido, dos hijas, un hijo, su nuera y su nieto. Llegaron a México y Santos López decidió adelantar el camino con la promesa de enviar por la familia una vez instalado en Estados Unidos, pero agentes migratorios lo pararon en la frontera norte y lo recluyeron en el centro de detención de Ciudad Juárez, operado por el Instituto Nacional de Migración (INM).
En esa estación las personas migrantes permanecían encerradas bajo llave. Según la versión oficial, dos de ellas prendieron fuego a un colchón en protesta por los malos tratos. Aunque el humo y las llamas se apoderaron del centro de detención, nadie liberó a las personas migrantes ni les auxilió. Fallecieron 40 y 27 resultaron con lesiones.
“Gritaba: ‘¡Ayuda! ¡Abran la puerta!’ Escuchaba que los demás decían: ‘¡Tenemos hijos, tenemos hijos! No nos dejen morir aquí adentro’. Y se hicieron de la vista gorda. No abrieron la puerta para salir”, recuerda Bryan Quintero, un sobreviviente del incendio originario de El Salvador.
Tras la negligencia, el gobierno mexicano anunció una investigación del caso y ha atribuido la responsabilidad a 11 personas: dos migrantes, un guardia de seguridad privada y ocho funcionarios públicos del INM, incluido Francisco Garduño, titular del organismo que, a la fecha, permanece en el cargo.