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Más de 240,000 niños en orfandad, el saldo a tres años de la llegada de covid-19

Se estima que en México, entre 2020 y 2021, 244,500 menores de edad perdieron a sus cuidadores, incluyendo padres, madres o abuelos con custodia o que vivían con ellos.
lun 27 febrero 2023 11:58 PM
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México se coloca en el tercer lugar con más menores en orfandad de entre las 10 naciones con más muertes por covid.

Doce días padeció los síntomas de la covid-19 en su casa. Era mayo de 2020. Hacía tres meses del inicio de la pandemia en México y el confinamiento social se había impuesto en todo el país. Los hospitales atendían principalmente a las personas contagiadas y graves. Las pruebas diagnósticas escaseaban y las dudas sobre la enfermedad aumentaban.

En ese contexto se contagió Ariel, un auxiliar de limpieza del Centro Médico Nacional Siglo XXI. Tenía 43 años. Buscó atención médica en hospitales públicos desde el 16 de mayo de 2020, cuando la fiebre, el dolor muscular y la alta presión arterial se manifestaron. Pero no lo recibieron en ninguno. Lo regresaron a su casa porque “los síntomas no eran graves”. Ahí murió el 28 de mayo de 2020.

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“Me decía: ‘¿sabes qué? Yo sé que de ésta ya no salgo. Cuida a los niños, cuídate tú’”, recuerda su esposa Cynthia Vázquez, quien quedó sola a cargo de sus hijos de 8, 6 y 2 años de edad.

“Si se hubiera contagiado un año después, a lo mejor…”, agrega la joven. Su comentario ilustra lo que pasó en México al inicio de la pandemia, cuando las autoridades minimizaron el riesgo de la enfermedad y muchas personas no buscaron atención médica a tiempo. El resultado fue lamentable: una elevada cifra de muertes que se redujo hasta la llegada de las vacunas.

A tres años de que en México se confirmara oficialmente el primer contagio de covid-19, algunas familias recuerdan el dolor de perder a sus seres queridos, de ser víctimas de un sistema sanitario que no estaba preparado para una pandemia de tal magnitud y de ver a niños, niñas y adolescentes en orfandad.

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De las infancias se dijo, incontables veces, que eran las menos afectadas por la pandemia. Pero la realidad ha mostrado que los daños son diversos y no se reducen al contagio.

“No es una pandemia, son tres”, subraya el doctor Gustavo Olaiz, coordinador general del Centro de Investigaciones en Políticas, Poblaciones y Salud de la Facultad de Medicina de la UNAM. Se refiere a los contagios y muertes directos por covid-19, y a sus otros efectos: los problemas de salud mental en aumento y las secuelas físicas que ha dejado la enfermedad en miles de personas.

Orfandad por la pandemia

Como los hijos de Cynthia y Ariel, entre marzo de 2020 y agosto de 2021, 157,700 niños y niñas de México habían perdido a su padre, madre o a ambos por la covid-19. Además, 169,500 perdieron a su cuidador principal o secundario por el mismo motivo. Estas cifras fueron estimadas en el estudio “La orfandad ocasionada por la pandemia”, publicado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.

En total, durante ese periodo, 244,500 menores de edad perdieron a sus cuidadores, incluyendo padres, madres o abuelos con custodia o que vivían con ellos. Esto coloca al país en el tercer lugar con más menores en orfandad de entre las 10 naciones con más muertes por covid.

La estimación de 244,500 menores huérfanos de algún cuidador ya considera el exceso de mortalidad registrado en México por la pandemia. Sin tomar en cuenta ese dato, se reportarían 141,132 niños y niñas en orfandad. Pero, incluso así, México se ubicaría en el primer puesto de seis países de América (Estados Unidos, Argentina, Brasil, Colombia y Perú) con más menores en esta situación.

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“Lo anterior refleja que, dentro de los 10 países con más fallecimientos a causa de la covid-19 en el mundo, las niñas y los niños de México han sido los más afectados en cuanto a la pérdida de cuidadores primarios y secundarios”, explica la autora Carla Angélica Gómez.

Desde el gobierno federal, la iniciativa que surgió para atender a los menores con algún grado de orfandad por la pandemia fue un convenio entre la Coordinación Nacional de Becas Benito Juárez y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF) para otorgarles becas de 800 pesos mensuales.

Pero no basta con un apoyo económico, explica la psicóloga particular Pilar Martínez. La pérdida de los cuidadores principales, el impacto a la salud mental, el cierre de escuelas, entre otros aspectos, han marcado al mundo y, en particular, a las niñas, niños y adolescentes. Estas infancias vivieron a muy temprana edad un duelo importante y deben enfrentar el reto de encontrar resiliencia para seguir. Requieren apoyo socioemocional y, por ahora, en las escuelas y servicios de salud públicos es una tarea pendiente.

“Aunque digan lo contrario, los más jóvenes y pequeños quedarán marcados por la pandemia y nuestro deber es acompañarles”, subraya.

Las redes familiares

El uniforme blanco sobre la cama. Esa es la imagen más presente en los recuerdos que Karla tiene sobre su madre, una enfermera de Michoacán que murió en mayo de 2020, tras contagiarse de covid-19. Cuando se alistaba para ir al hospital, la enfermera y madre de 48 años colocaba el uniforme en la cama mientras se bañaba.

Karla, a quien su familia pidió modificar el nombre, quedó en orfandad a los 16 años. Su tía Isabel y su abuela materna, desde entonces, se hacen cargo de su cuidado.

“Estaba hecha pedazos", comparte Isabel, de 45 años. Ella también es enfermera, pero abandonó la profesión después de la muerte de su hermana, porque su familia temía un nuevo contagio y otra pérdida.

A casi tres años del duelo, del cansancio por trabajar algunos meses en la primera línea de batalla contra el covid, y de asumir la crianza de su sobrina, Isabel asegura que todavía extraña a su hermana y el hospital.

“Me encantaba mi trabajo en el hospital, pero no podía tener a mi sobrina diciéndome: 'tía, es que, si tú me faltas, qué voy a hacer'", sostiene.

Un estudio de la revista The Lancet sobre orfandad por covid identificó que, como Karla, hasta 23% de los niños y niñas son criados por padres o madres solteras, “cuya muerte puede tener consecuencias extremas para los niños”.

Por las características de las familias mexicanas, las abuelas y tías ayudan con la crianza de las y los hijos. Eso ha permitido que la mayoría de los menores en orfandad sean apoyados por su familiares, explica el doctor Gustavo Olaiz. Pero esto significó, también, un doble golpe para muchos jóvenes. Primero, detalla, vieron morir a sus abuelos y abuelas, después, a sus padres y madres, o viceversa.

“Los niños huérfanos atendidos por abuelos con custodia después de perder a sus padres podrían enfrentar un trauma secundario tras perder a ese cuidador”, coincide la investigación de The Lancet.

El Centro de Investigaciones en Políticas, Poblaciones y Salud, que coordina el doctor Olaiz, realiza un trabajo en conjunto con el DIF para identificar y dar seguimiento a niñas, niños y adolescentes con algún grado de orfandad por la covid-19.

Han seguido a infantes que ahora viven con otros familiares y reciben becas y apoyos para alimentación por parte del DIF, asegura el investigador. De ese universo, alrededor de 7% perdió a su papá; 1.5% a su mamá, y casi 0.5% a ambos tutores.

“Sí hubo muchos que perdieron a alguno de sus padres. Más padre que madre. Por un lado, es una tristeza que hayan perdido a sus padres, pero, por el otro lado, es un alivio saber que la familia los absorbe, los retiene y los cuida”, explica.

Estos apoyos ayudan a los más jóvenes con las heridas, pero las cicatrices prevalecerán. El estudio El impacto generacional del coronavirus, de la Foundation for European Progressive Studies, identificó que ya en diciembre de 2020 las personas de 16 a 23 años, llamadas generación Z, tenían más afectaciones de salud mental por la pandemia. El 80% de esta población se sentía desanimada, frente al 64% de la población en general.

Una de las lecciones más dolorosas de esta pandemia, la peor de los últimos 100 años, es que los niños y las niñas importan siempre, incluso cuando una enfermedad los ataque, aparentemente, con menor gravedad, indica la psicóloga.

“Es el momento de centrarse en un grupo que seguirá creciendo a medida que avanza la pandemia: los niños que han perdido a un padre o a un abuelo cuidador que vive en su propia casa. Estos niños sin nombre son la trágica consecuencia pasada por alto de los millones de muertos por la pandemia”, subraya The Lancet.

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